martes, 15 de septiembre de 2009

El Padrino 3D

Creo que el título de esta entrada ya dice mucho de lo que opino sobre los derroteros que está tomando el cine con la tontería esta del 3D, porque mucho me temo que el inventito de marras sólo servirá para rebajar un poquito más la calidad de las películas que nos llegan. Pero, digo yo, ¿era necesario?. No pretendo ser un iconoclasta de esos que pusieron el grito en el cielo con la primera película sonora, ni de los que pensaron que el color arruinó al cine clásico, sencillamente digo que es algo innecesario, y un ejemplo de cómo un artista impotente intenta por todos los medios meter al espectador dentro de su obra, a la fuerza si es necesario.
Yo, la verdad, nunca he tenido problemas en sumergirme en una buena película. Porque las buenas películas son así, te atrapan sin más, y no necesitas efectos de profundidad para sentirte dentro de ella. Ejemplos opuestos: el precursor de todo esto, James Cameron, antaño gran artesano que rodó Terminator con cuatro duros (uno de los Making Of más recomendables de ver en DVD) o Aliens sin ordenador, tan sólo con marionetas, nos sale ahora con Avatar, prometiendo que sería poco más que el redescubrimiento de la rueda, en la que invierte tropocientos millones de dólares y de la que nos ha enseñado un trailer que lo único que me ha producido son bostezos. Porque no nos engañemos, los blockbusters y casi todo el cine de acción o efectos especiales de hoy en día son aburridísimos, estén hechos en 3D o haciendo el pino puente. Y en el otro lado del espectro tenemos a District 9, rodada por 30 millones de dólares (una miseria para Hollywood) y dirigida por un novato, que hace lo que la ciencia ficción tiene que hacer s-i-e-m-p-r-e, que es sorprender.
Así que dejemos de esconder la falta de talento tras ordenadores y gafas especiales. Para mí, el cine siempre ha sido una especie de alquimia en la que el resultado de unir ingredientes da como resultado una emoción. Y eso es lo que hecho en falta en tantas y tantas películas, que lleguen, de un modo u otro, a emocionarme.
Y como me gusta poner videos para refrendar las cosas que escribo, os dejo con un documento único: durante el rodaje de "El Resplandor" (o como diría Willy, el Resplandior, que hay derechos de autor de por medio) Stanley Kubrick dejó a su hija de 17 años, Vivian, una cámara para que grabara el rodaje. Así se creó el primer "Cómo se Hizo" amateur de la Historia, y uno de los mejores que he visto en mi vida. Y contemplando a Kubrick buscar un plano imposible bajo Jack Nicholson me doy cuenta de lo que se necesita para hacer una gran película: una buena historia, un director con talento y un actor en estado de gracia. Quién hubiera estado allí...
Ah, el vídeo dura 35 minutos y está en inglés, pero para el que le guste da absolutamente igual.

sábado, 22 de agosto de 2009

Y otras bailan...

Qué difícil resulta a veces traducir los sentimientos. Supongo que por esa razón el arte es un Olimpo tan inusual, tan inaudito, que no puedes más que reconciliarte con el alma humana cuando estás en su presencia. Llevar algo que no se puede expresar con palabras, una emoción, una mirada, un gesto, una lágrima, al papel o al lienzo o a una humilde partitura es un ejercicio tan devorador y mágico que sólo puede ser comparado a un nacimiento, con todas las dolorosas connotaciones que eso conlleva.
Llevo días pensando en escribir sobre por qué escribir; o, siendo sincero conmigo mismo, por qué no puedo encontrar nada en esta vida que hacer, cual hormiga obrera perdida fuera del hormiguero, que me llene o realice completamente que no sea el aporrear el teclado. No se trata de ganar dinero, pocas cosas hay que me importen menos. No se trata de comprarme una casa, porque no la necesito. No se trata de llevar alimentos a la boca de mis vástagos, porque no los tengo. Se trata de encontrar mi lugar en el mundo, o de al menos creer que existe un lugar para cada uno de nosotros. Siempre he tenido la firme creencia de que el sentido de la vida se haya de forma perfectamente clara en nuestro interior, que podemos acceder a él en cualquier momento, pero que intencionadamente nos lo tapamos, lo cubrimos con mentiras, lo intoxicamos con medias verdades y justificaciones y excusas. Todos sabemos qué queremos realmente, pero a veces la naturaleza humana es tan paradójica que nos lo negamos voluntariamente.
Estos días viendo en televisión esos reportajes tan de moda sobre españoles esparcidos por el mundo, me he encontrado de nuevo con ese tipo de personas que despiertan en mí una irritante envidia. Esos que un día, quizás por accidente durante un viaje, descubrieron su sentido de la vida, hicieron las maletas y se fueron a otro mundo buscando algo tan sencillo como su propio lugar. En los lindes de los desiertos marroquíes vi a personas que se enamoraron del lento paso del tiempo y decidieron huir de las mismas cosas que detesto, del ruido, de la gente vagando como zombies hacia los trabajos, de los carteles luminosos, de los anuncios que prometen sexo y lo maquillan de amor; y lo peor de todo, de los tipos como yo que se quejan pero no hacen nada por remediarlo.
Por eso buscaba frases estos días sobre los caminos, sobre el camino, sobre mi camino. Las buscaba en principio para mencionarlas aquí y que pensáseis que soy un tipo cultivado y que en mi mesita reposan ejemplares de Ovidio o Joyce, cuando tan sólo hay una pila de comics gastados de tanto leeros, como las novelas de caballería que a más de uno trastornaron. Pero buscando esas frases me encontré con cosas preciosas como aquella cita de Hermann Hesse, "la vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero". O hablando de senderos, con lo que a mí me gustan, dice Pitágoras "apártate de los caminos frecuentados y camina por los senderos". Pero si hay dos que me han gustado especialmente son las de el injustamente poco mencionado John Milton, "en un mundo de fugitivos el que transita el justo camino, parece huir", y sobre todo una del poeta mexicano Amado Nervo: "Veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las hieles o la miel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas".
Supongo que aquí muchos saldréis con lo de que plantásteis rosales y os salieron meras espinas, pero creo que no hay que mirar esta frase desde el pesimismo, sino desde la esperanza. La esperanza en que, al fin y al cabo, somos dueños de nuestro destino. No olvidemos que la gran falacia de nuestra sociedad, de nuestra asquerosa colmena lobotomizadora, es precisamente la idea de que es la única vida posible, la única vida a la que podemos aspirar: nacer entre máquinas que hacen "¡ping!" y morir contemplando el horrible verde azuloso o azul verdoso de las paredes de cualquier hospital, también con máquinas que hacen "¡ping!" a nuestro lado. No sé por qué senderos transitaré en mi vida, pero sí tengo muy claro cuál es el camino que no quiero andar. Ése es mi camino del ninja.
Por eso he elegido el siguiente video, no sólo porque es uno de los mejores finales que recuerdo, sino porque a alguien se le ocurrió rematarlo con la canción "How it Ends" de Devotchka. Y así, precisamente, es como termina este post en el que quizás haya divagado demasiado, haya sido inconexo o cínico, pero debéis disculpar a este alcohólico de madrugada. Aunque el hielo se ha derretido hace tiempo y el limón reposa inerte en el fondo de la copa, aún quiero ser de esos que ven el vaso medio lleno.

sábado, 8 de agosto de 2009

Las Horas Perdidas

Tengo una facultad, una habilidad especial que nunca le he contado a nadie. Puedo estar en varios sitios a la vez, aquí sentado escribiendo esto y a la vez lejos, sumido en la oscuridad de la carretera viajando nervioso para alejarme de todo. Y también estoy allí, conduciendo en la noche, y a la vez en el Círculo Polar, contemplando la Aurora Boreal crecer y estremecerse llenando el cielo de colores ante mis ojos, apenas sintiendo el frío bajo mis pies desnudos.
Pero también estoy cerca, subido a un tejado de la gran ciudad, y recuerdo las apagadas y vivaraces luces de los candiles cuando la electricidad no era más que un sueño. A mi alrededor el ruido y la furia, la confusión de un millón de voces que no dicen nada al mismo tiempo. Y a la vez estoy encaramado a una pequeña roca que orbita la Tierra, con el Universo a mis espaldas. Admirando con un solo gesto el relajante azul del Pacífico y la primigenia África, y a la vez estoy allá abajo, con el tamtam de los tambores de una olvidada aldea resonando en mis oídos y animándome a bailar en torno a una hoguera que parece que no se apagará jamás.
Y de repente estoy allí, bailando, y también dentro de mi cuerpo, bajo mi corazón, sintiendo su ritmo preocupado, y lo acaricio e intento tranquilizarle diciéndole que no hay motivo para estar nervioso, que todo lo que ha pasado lo han pasado incontables generaciones antes que él, que nosotros. Que no se preocupe por dejar de latir, pero que haga de cada latido algo único, y le nombro mi guía para el resto de mis días y parece que le dejo más tranquilo.
Pero sin duda mis dos lugares favoritos para estar a la vez son aquí, revoloteando mis dedos por el teclado como intentando decirme algo que ni siquiera llego a comprender qué es, y a la vez ahí contigo, escondido un poco por encima de tu hombro y mirando curioso como tus ojos van de izquierda a derecha. Y sonríes al mirar a tu lado intentando encontrarme, y esa sonrisa me reconforta tanto que me hacen más llevaderas estas interminables horas perdidas mientras estoy lejos de ti.

domingo, 19 de julio de 2009

¡Es cultura general, cabrones!

Mira que a la vuelta de vacaciones no quiero ponerme ya avinagrado, pero no puedo evitar indignarme con esa cosa en forma de anuncio que me encuentro de vez en cuando zapeando. Supongo que es algo natural ver cómo conforme avanza la edad dejas de ser el target principal de las cosas que suceden a tu alrededor, y de repente llega un día en el que un mocoso te suelta una frase de la que no entiendes ni la mitad, y te dice que no estás en la onda o como coño quieran llamarlo ahora. A ti, que hace nada lo pasabas dabuten con la basca. E inevitablemente te sientes un carroza pensando qué porquería de dibujos ven hoy los críos, o cuánto mejor nos educaron nuestros padres, o escandalizándote porque alguien que no levanta dos palmos del suelo sepa casi más de sexo que tú.
Hay un momento amargo y extremadamente lúcido en los Simpson en el que Lisa y el abuelo están en la cocina quejándose una de que es una niña y nadie le hace caso, y el otro de que es un anciano y nadie le hace caso tampoco. Homer, escuchándolos, se autoproclama varón de raza blanca de entre 20 y 45 años... todo el mundo me hace caso por estúpidas que puedan ser mis ideas, a la vez que abre el armario y saca una lata que reza: Chicle y nueces, ¡por fin juntos!.
Todo esto viene a colación por la vil, burda y enervante campaña de ciertos zumos con antioxidantes (¡antioxidantes a mí!) que utiliza referencias al pasado para hacer que te sientas mal y te duela todo. Sin ánimo de darles publicidad, aquí tenéis unos ejemplos:




















Pues bien señores del zumo, si quieren que me sienta más gordo, más calvo y más cabreado, lo han conseguido. Así que amablemente y con toda la bilis que puede segregar mi aún jovial organismo, os dedico la siguiente historieta del Maki. ¿Que quién es el Maki?. Si no lo conocéis, imberbes capullos recién salidos de la facultad que habéis parido estos anuncios, es que aún os queda algún hervor que otro. Cagontó!




lunes, 8 de junio de 2009

Un domingo cualquiera

Hoy no he votado en las elecciones europeas. Discutía el otro día con un amigo el tema de votar o no votar y yo, que hace unos años era ferviente defensor del posicionamiento y la defensa de los ideales, me he dado cuenta de que me he ido convirtiendo en un escéptico. Peor aún, he caído en un estado entre el nihilismo y el hastío por los juegos sociales que me rodean, como ese de meter un papelito por una ranura.
Hoy no he levantado mi por otra parte aún respingón trasero del sofá para acudir al teatro de la democracia 2.0, ni he pasado la tarde emocionado esperando los datos de participación ni los primeros sondeos a pie de urna como hacía antes del aciago día en el que levanté la vista al cielo en busca de esperanza y vi por primera vez los hilos a las marionetas. De qué nos sirve votar a rojos o azules si los que mandan siempre y de verdad son los azules del BBVA y los rojos del Santander. Porque cuando los políticos ocupan sus cargos (y aquí no hay vencedores ni vencidos, porque todos los candidatos que hemos visto en la tele cobrarán sus sueldos de eurodiputados y tendrán coches tintados y toda esa porquería) se olvidan de las dos semanas anteriores en las que nos han hecho la pelota, las dos únicas semanas que realmente dedican a explicarnos su labor, sus propuestas (y ni eso) o sencillamente a acercarse a los votantes. A partir de mañana se acabó el besar a niños, y comienzan las felaciones a los auténticos amos del cotarro.
Porque vaya clase política, señores. Aquí, Zapatero y Rajoy, que si los viera Darwin reescribía la Teoría de la Evolución y estrellaba el Beagle contra el iceberg más próximo. En Italia esa especie de Jaimito mezclado con la Telecinco de las Mama Chicho que logra mayoría absoluta tras mayoría absoluta, en Reino Unido escandalizados al descubrir los gastos fraudulentos de sus eurodiputados, y en USA (y abusa), Obama, que mucho hablar y luego incumple una de sus principales promesas y mantiene los tribunales de Guantánamo, recordándonos que al fin y al cabo tiene tanto poder como le dejan tener.
Qué democracia va a haber si el tropocientos por ciento de la población (dato fiable estadístico donde los haya) está atado por contrato a una entidad a la que le paga el diezmo (¿he dicho el diezmo? ejem...) mensualmente durante el resto de su vida a riesgo de que le quiten el derecho constitucional a una vivienda digna (a un precio digno, se les olvidó poner para los listillos). Esto, señores, no es democracia. Es 1984 a un nivel más tétrico y sutil que el de la novela.
Así, escandalizado, mi amigo con el que discutía sobre la abstención me instó a proponer una alternativa a nuestro podrido sistema, y ahí me ganó a los puntos, más que nada porque me quedé callado sin saber qué responderle. Sinceramente, pensé en Tyler Durden y el mundo que imaginaba cuando la anarquía hubiese llevado al hombre de vuelta a una vida más sencilla, pero más honrada...

"En el mundo que imagino, se cazarán alces junto a escaparates de unos grandes almacenes en cuyos pasillos malolientes se pudren en las perchas vestidos y fracs. Llevarás vestiduras de cuero que te durarán toda la vida y escalaras la Sears Tower por enredaderas tan gruesas como tu muñeca. Escalarás la bóveda de un bosque uliginoso donde la atmosfera estara tan limpia que verás figuras diminutas majando maíz y poniendo a secar tiras de carne de venado bajo el sol de agosto en el área de descanso de una autopista abandonada.”

...Y recordé mi viejo sueño de retirarme al campo, a cultivar la tierra y cultivar mi espíritu, a aprender a ser humano de nuevo y distanciarme de la desidia que me carcome y la frialdad de nuestro mundo que me hace echar de menos la pasión incendiaria de otros tiempos.
A olvidar que ya sólo me hacen llorar las películas y no el telediario.

martes, 19 de mayo de 2009

Buenas Noches, Saigón

Esta entrada me ha pillado por sorpresa, porque tenía en mente hablar de otras cosas. Pero inevitablemente hoy me tengo que rendir ante el que quizás es el poder más grande que nos ha sido otorgado a los seres humanos, lo que realmente nos hace marcar la diferencia. Y no, no me refiero al amor, ni al Renacimiento, ni a Eurovisión... sino a aquello que defendía y enardecía Aristóteles en su Poética (aquel que con tanto ahínco terminó descubriendo Sean Conner... digo... Guillermo de Baskerville): el Humor.
Y es que cuando uno lleva un día de esos torcidos y de repente algo provoca una mágica sinapsis en un lugar recóndito del cerebro y estalla no en una carcajada sino en un festival de sonrisas, a eso lo llamo yo un pequeño milagro. Eso es lo que me ha causado el vídeo que os traigo hoy, la despedida de ayer de la 34 (¡sí, 34!) temporada de Saturday Night Live (por supuestísimo me refiero al programa original, no la porquería nacional esa que ni siquiera se emite en sábado -hay que ser energúmenos-). Aquí es donde normalmente haría una soflama sobre cómo estos tipos nos llevan décadas de ventaja en todo, desde cómo hacer un guión, un stand-up comedy o un sencillo sketch, pero no quiero que mi vinagre me amargue el buen humor.
Pues bien, en la despedida nos encontramos una típica reunión de yuppies en torno a unas cervezas, discutiendo qué harán en las vacaciones. Entre ellos, caras reconocidas como Bill Hader (habitual de Judd Apatow) o el inconmensurable Will Ferrell, que en nuestro país es o bien desconocido o bien detestado de manera totalmente injusta. El resto, un comentario sobre Vietnam, unas maracas que aparecen de la nada, y una antológica versión del "Goodnight, Saigon" de Billy Joel, acompañado de gente parecida a la que traen de invitados al Saturday Night de aquí (introducir carraspeo irónico): Tom Hanks al saxofón, Anne Hathaway a la guitarra eléctrica (nótese que un guitarrista de la banda lleva una guitarra del "Guitar Hero") o Paul Rudd (alias Mierda Embolsada) al violín. Supongo que hace más gracia si conoces la canción original así que os dejo algunos enlaces para que podáis disfrutar mejor el vídeo:
"Goodnight Saigon" de Billy Joel en Youtube
Letra de la canción (en inglés)



Lo que hay que hacer para irse sin pagar...

jueves, 14 de mayo de 2009

El País Enfermo

Supongo que no queda nadie que no haya visto (bueno, oído) los pitidos de ayer en Mestalla durante la final de la Copa del Rey cuando sonaba el himno español. Siempre con la misma cantinela, unos pitando, y otros sorprendiéndose de que piten. Siempre hay pardillos que se siguen rasgando las vestiduras al ver que Españña (imprescindible la segunda "ñ") se rompe, cuando ni en la época en que éramos el Imperio En El Que Nunca Se Ponía El Sol estábamos de acuerdo. Y es que ni con el mejor equipo de relaciones públicas podría mejorar la desastrosa imagen que tienen nuestros símbolos. He de reconocer que siempre me he sentido una especie de apátrida, y nunca he comprendido la pasión que suscita "ser" de un sitio u otro por el mero hecho de haber nacido en ese lugar (por elegir hubiese preferido nacer en el Hollywood de la Edad Dorada, aunque fuese poniendo cafés); pero también reconozco que, secretamente, soy de esos que sienten malsana envidia cuando ven a los yanquis en pie emocionados con la mano en el pecho. Aunque la pasión y las emociones cuando hablamos de patriotismo o deporte son difícilmente explicables o comprensibles, ¿quién no ha deseado abrazar ese sentimiento de pertenencia a algo, sea un país o una camiseta o un Dios?. Vaya, ya me estoy yendo por las ramas...
El meollo de la cuestión es que yo (como muchos otros) no siento ninguna emoción positiva cuando escucho el himno español o veo la bandera. Es más, como a muchos otros, tanto un símbolo como el otro me traen, como salidas de una visceral conciencia colectiva, connotaciones antiguas, incluso aterradoras. Y es que cuando los americanos escuchan el "Barras y Estrellas" quizás ven a los Padres Fundadores sobreponerse a una atroz guerra civil redactando una Constitución que unió a todo un país y nombró a todos los hombres iguales y libres; quizás al son de la Marsellesa los franceses recuerdan cómo en el corazón de su tierra ardió una Revolución que acabó con la vieja Europa de Reyes hijoputas a golpe de Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Pero, ¿en qué pienso yo cuando me planto ante la bandera de mi propio país?. Si fuera Pérez Reverte pensaría en el Siglo de Oro o en la Armada Invencible (ejem...); pero por más que lo intento, no puedo más que acordarme de los fascistas que nos han hecho esto. No culpo a los símbolos, sino a los cabrones que se apropiaron de ellos. Porque desgraciadamente somos un país enfermo. Enfermo porque durante 40 años (¡40 años!) permitimos que un enano dictador hiciera que España se quedase atrás en los momentos más importantes del siglo XX, permitimos que sus botas militares se posaran en nuestros cuellos. Y lo peor de todo fue que no hicimos nada, no hubo Revolución, no hubo un país que se alzase contra el dictador como uno solo para echarle de nuestra Historia. Peor aún, la dictadura se llevó a cabo con el apoyo de gran parte de la población (no sé si por cobardía o por ignorancia). Mientras el mundo se abría al futuro, mientras el hombre pisaba la luna, nosotros veíamos el NO-DO. Y tuvo que morirse el enano, lo repito, ¡tuvo que morirse! para que terminase la dictadura y comenzase una "transición" (vergonzoso término) en el que el heredero del enano fue coronado (sí, sí, como los Reyes aquellos que derrocaron los franceses) y aún hoy se le considera un héroe por impedir (impedir no el pueblo, sino un "Rey") un golpe de Estado que hubiese desembocado en otra dictadura. Y tampoco hubiéramos hecho nada con ella, tan sólo esperar de nuevo a que se muriese el militar de turno. En cualquier otro país orgulloso de su Historia hubiesen quemado el Parlamento antes de verlo ocupado por dictadores, pero aquí... aquí sencillamente miramos para otro lado, como lo hacemos con los pitidos. La verdad es que no nos hemos ganado la Democracia que tenemos, por eso la despreciamos en todas las elecciones con la escasa participación, por eso nuestra clase política es tan abrumadoramente incompetente, aburrida e infantil. Por eso no sé lo que significa el "orgullo" de ser español.
Aunque tampoco hay que ser tan drástico. Ser español, reconozcámoslo, es cuando menos especial, como ser del Atletico de Madrid. Confieso que no me gusta el fútbol, pero cuando me gusta soy del Atlético, sufridor, irracional... porque, ¿por qué ser colchonero pudiendo celebrar títulos año sí y año también siendo azulgrana o merengue?. Ahh, parece que ya noto ese fervor que no sé explicar de dónde viene, comienza en la boca del estómago y sube como una bandada de pájaros hasta estallar en mi corazón.
Apátrida, sí. Pero del Atleti.

martes, 5 de mayo de 2009

El síndrome Joaquim Phoenix (dejen de aburrir a Hugh Laurie)

Convertirse en ermitaño no es una tarea fácil en absoluto. Conlleva ir separándose paulatinamente de la sociedad, cortando ataduras y convenciones que antes dábamos por hechas. Pero también es como lanzarse al vacío sin red, a sabiendas de que a partir de ese momento todos te mirarán como a un loco, un perturbado, un demente... Cuántos no me han mirado a mí mismo de ese modo al compartir con ellos cosas tan sencillas como que, a mis 28 años, no tengo intención alguna de solicitar una hipoteca (el moderno contrato de esclavo), me troncho ante la idea de casarme por la iglesia y no se me pasa por la cabeza el procrear (donde esté un buen perro...). O que no, no pienso comenzar a reciclar para sentirme mejor conmigo mismo y ser moderno.
Siempre se ha dicho que en los manicomios hay más cordura que en ningún otro sitio, y que el mundo fuera de sus muros no es más que una institución mental en potencia. Todos caminamos sobre el finísimo hilo del desequilibrio y la locura, por eso precisamente admiro a quien no ha nacido para funambulista y se deja caer al vacío inevitable. Y el último en hacerlo, y de qué manera, ha sido Joaquim Phoenix (si no lo conocéis, y dicho vulgarmente, el malo de Gladiator o el hermano de Mel Gibson en "Señales"). Este actor, del que poco se sabe de su vida personal más allá de ser el hermano del malogrado River Phoenix (su prematura muerte a la salida de una discoteca conmocionó a Hollywood), fue invitado al programa de David Letterman y ocurrió... bueno, lo podéis ver por vosotros mismos. Joaquim se presentó con un aspecto un tanto curioso, poco hablador y desconcertado. Atentos a la entrevista porque no tiene desperdicio:



"¿De qué se ríe la gente?", acierta a decir en un momento el pobre Joaquim. Y es que el presentarte en un late show negándote a seguirle el juego al gracioso de turno y sus estúpidas preguntas no podía desembocar más que en la hilaridad de la audiencia y del propio presentador. Cosa que aprovechó Ben Stiller en los Oscar para sacarle tajada al asunto, la diferencia es que Stiller tiene gracia y Letterman, desgraciadamente, no:



Algo parecido le va a acabar pasando al pobre Hugh Laurie, condenado por toda la eternidad a repetir una y otra vez la misma entrevista cuando acude a un programa. Básicamente sólo le preguntan por tres cosas: si es verdad que es inglés, no americano; si va a traer a su familia a vivir a Estados Unidos, y si es verdad que su padre era médico. No hay más que ver la cara de Laurie cuando una y otra vez es bombardeado con las mismas memeces cuando todo el mundo espera que haga de House y responda con sarcasmo:



Podrían preguntarle, por ejemplo, por la época en la que tenía uno de los mejores programas de humor de la televisión, A Bit of Fry and Laurie, en el que junto con Stephen Fry realizó gags antológicos y siguen siendo, junto con los Monthy Python, mis humoristas favoritos de televisión. Como muestra, un botón (bueno, varios):

El mítico Mr.Nipple


Y mi favorito, la canción "Mistery" de Hugh Laurie:


Llegados a este punto, seguramente os preguntaréis a qué ha venido la absurda introducción del ermitaño y todo eso si luego era una excusa para poner vídeos graciosos de Youtube. Yo también me lo pregunto.

martes, 28 de abril de 2009

This I Love

Sí, Axl Rose suele comportarse como un gilipollas, pero qué buenos gilipollas dieron los 80. Luego vinieron los 90 y, como discutían Mickey Rourke y Marisa Tomei, todo se fue al garete (Yeah, nineties suck!). Y aunque Axl se acabó convirtiendo en una caricatura de sí mismo, aún le salen baladas como este "This I Love" que, seré un hortera, me siguen poniendo los pelos de punta. Y me recuerda los tiempos en los que hacíamos cassetes recopilatorios (que costaban sudor y sangre de hacer) con Bon Jovi, Aerosmith y compañía para esa chica que tanto nos gustaba y no sabíamos cómo decírselo. Así que ale, subid el volumen a los altavoces, sacad los pañuelos, pensad en ese alguien especial que no está y que si tuvieseis una varita mágica lo traeríais a vuestro lado, y encended un mechero.




And now I don't know why
She wouldn't say goodbye
But then it seems that I
Had seen it in her eyes.

And it might not be wise
I'd still have to try
With all the love I have inside
I can't deny

I just can't let it die
Cause her heart's just like mine
And she holds her pain inside

So if you ask me why
She wouldn't say goodbye
I know somewhere inside

There is a special light
Still shining bright
And even on the darkest night
She can't deny

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive
I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

No matter how I try
They say it's all a lie
So what's the use of my
Confessions to a crime
Of passions that won't die
In my heart

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive
I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive

I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

And now I don't know why
She wouldn't say goodbye
It just might be that I
Had seen it in her eyes
And now it seems that I
Gave up my ghost of pride
I'll never say goodbye

sábado, 25 de abril de 2009

Time Is On My Side (Yes It Is)

Hoy, 25 de Abril de 2009, no me sale de los huevos que el tiempo siga pasando, así, descarado, considerándose a sí mismo un gran invento. Y no creáis que me ha dado el típico ataque de pánico habitual con las primeras canas, o al acercarse inexorable el treinta cumpleaños (eso sí, cuando llegue el momento culparé a Dios como Joey... ¡teníamos un trato, ¿recuerdas?!).



No, no es eso. Lo que me fastidia es este continuo ir y venir de nimiedades con las que nos rodeamos, a las que tanto prestamos atención y las que nos acaban jodiendo el día. Es este ciclo absurdo en el que vivimos, de lunes a domingo y otra vez el lunes, que me provoca una claustrofobia casi insoportable. Que si la Semana Santa, que si los Moros y Cristianos, que si el Día de la Madre, la Operación Salida, el Puente de Mayo, la Lotería de Navidad, que si ya llega el Verano y quitan los chiringuitos (qué hecatombe), que si el Día de la Marmota, el Día del Amor (por su culpa Homer se convirtió en Garbage Man), la Feria de Mayo, la puta Vuelta al Cole... y así, otro año más que se pasa y vuelta a empezar con la misma mierda. Con esta vida extraña que nos hemos montado, cada día parece un mal sucedáneo del anterior, cada domingo por la tarde es extrañamente triste y cada miércoles es desoladoramente anodino.
Así que yo, damas y caballeros, me planto. Porque cuando uno se va haciendo mayor se da cuenta de que, aunque se llamen igual, este Sábado 25 de Abril de 2009, o Año del Buey para los chinos, o 1430 para los árabes, o la antesala del Apocalipsis para los mayas, jamás volverá a repetirse, ninguna generación posterior que ni siquiera nos recuerde lo vivirá de nuevo, a pesar de que nuestra civilización mantenga esa soberbia ilusión de inmortalidad. Así, para disfrutar más del día sólo tengo que recordar que tarde o temprano, en el único Fin del Mundo que se sabe a ciencia cierta, el Sol se apagará y destruirá los planetas que tenga alrededor, aunque para entonces seguramente la especie humana sea sólo un vago recuerdo en forma de fósiles enterrados en la tierra. O puede que esa extraña cepa de la gripe porcina que asola México se convierta finalmente en pandemia (qué putada morir por una enfermedad de nombre tan feo, sin el glamour de un ébola o un marbung).
Por eso me planto, para hacer que el tiempo esté de mi parte, que tocaban los Rolling. Para que no se convierta en esa permanente cuenta atrás, a entrar al trabajo, a que llegue el fin de semana, la hora de dormir o la de quedar contigo. Porque como todas las canciones que parece que tratan cosas importantes, la de los Stones es, sencillamente, otra historia más de amor. Porque tú 'll come runing back (said you would baby), You'll come running back (I said so many times before), You'll come running back to me... Go ahead, go ahead and light up the town And baby, do everything your heart desires Remember, I'll always be around And I know, I know Like I told you so many times before You're gonna come back, baby 'Cause I know You're gonna come back knocking Yeah, knocking right on my door Well, time is on my side, yes it is Time is on my side, yes it is 'Cause I got the real love The kind that you need You'll come running back (said you would, baby) You'll come running back (I always said you would) You'll come running back, to me Yes time, time, time is on my side, yes it is Time, time, time is on my side, yes it is Oh, time, time, time is on my side, yes it is I said, time, time, time is on my side, yes it is Oh, time, time, time is on my side Yeah, time, time, time is on my side


martes, 14 de abril de 2009

Faubourg Saint-Denis

Lo confieso, a veces soy una mala persona. Sé que confesarlo no alivia lo negativo del hecho en sí, pero necesito decirlo en alto antes de escribir esta entrada. Los (pocos) que me conocen saben que soy socialmente esquivo hasta el punto de lo huraño, demoledoramente cínico, hipócrita sin remedio y con el ego de un alemán en los años 40. Ah, y autocompasivo hasta la náusea, por si no se había notado.
Pero todos estos maravillosos atributos se ven superados por uno que, sinceramente, es mi perdición: el egoísmo cinematográfico. Como si fuera uno de esos galimatías que House y su equipo diagnostican con atropellado verbo, acabo de inventarme este palabro para definir mi enfermedad y esperando que esta entrada sirva de catarsis para su curación, al compartirlo con vosotros, sufridos lectores.
Los síntomas de mi egoísmo cinematográfico comenzaron en el instituto: en aquellos tiempos sin internet (hay que joderse) las películas no las veíamos en el ordenador (el mayor efecto que podía sacar el mío era cuando se caían las cartas al terminar un Solitario, que había que ver a toda la familia embobada mirándolo y mascullando cosas del estilo "cómo avanza todo" y "qué será lo próximo que inventen"), sino en cintas VHS que pasaban de mano en mano en el patio, y con ellas los rumores de tal o cual película que no podías perderte; pero lo mejor, el auténtico clímax llegaba cuando descubrías una de esas pequeñas joyas por ti mismo. Al día siguiente te convertías en el rey, el puto amo si me permitís la vulgaridad, y acto seguido pasabas a ser una especie de camello del séptimo arte, que suministraba esa dosis secreta de genialidad a los ignorantes que aún no la habían visto. Encontraba películas perdidas en un rincón del videoclub, las grababa (con ayuda de dos vídeos y un aparato para evitar el anticopia llamado "regenerador de sincronismos" -nombre verídico, aún lo conservo por si hay incrédulos-) y luego las exponía como trofeos ante otros cinéfagos.
En cuanto tuve casa propia (es decir, de alquiler), la enfermedad se propagó rápidamente. Prácticamente todas las películas que se veían eran propuestas por mí, e indefectiblemente eran películas que ya había visto. ¿Por qué?. Pues porque, en un retorcido síndrome egoísta, me atribuía el hecho del descubrimiento, casi como si yo hubiese hecho la película y la estuviese mostrando ante el público. Y pardiez que pasaba los mismos nervios, pensando si les estaría gustando o no, temiéndome su reacción. Y se me rompía el corazón si ésta era negativa, como si hubiera puesto mi dinero en ella y ahora fuese a fracasar en taquilla.
Pero lo peor era al día siguiente, cuando ya todos la habían visto, cuando ya no era mi joya secreta, sino que se había extendido y (creía yo, en mi delirio) vulgarizado. Y así comenzaba la búsqueda de ese algo especial que encontrar y que me hiciera sentir como un duende irlandés abrazado a su olla de oro, o si lo preferís como el gollum acariciando su anillo mientras teme que se lo arrebaten.
¿Qué tontería, verdad?. Recuerdo cuando escribía una columna de cine en cierto periódico, que una de las semanas hablé sobre una pequeñísima película de la que casi nadie había oido hablar llamada "Lost in Translation", semanas antes de su estreno. Ya la había visto (se nota que aquí ya había internet, esa especie de arcoiris hacia Asgard para los cinéfagos) y me había quedado prendado de ella. Hablaba de ella y de "Las Vírgenes Suicidas", que me seguía pareciendo fantastillosa, y terminaba el artículo temiendo que poca gente iría a verla y cayera en el olvido. Pero fue un éxito, y luego vinieron los Oscar, y Scarlett Johansson era la Novia de América, y de repente no había conversación chic en la que te metieses en la que no se discutiera qué diantres le susurraba Bob a Charlotte en la última escena o qué cool resultaba haber elegido a The Jesus and Mary Chain para los títulos de crédito finales. Y yo, en lugar de sentirme alegre por aquel éxito, estaba indignado de que todos supieran lo que era mi secreto reservado para algunos, y me veía a mí mismo enseñándoles a todos el artículo del periódico, parando el tráfico como al final de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" y gritando "¡Ya os lo advertí! ¡Yo lo vi primero! ¡Yo lo predije! ¡¿Es que no lo veis?!". En fin, de manicomio.
¿Y a qué venía todo este rollo?. Ah sí, aquí viene cuando os enfadáis conmigo por haceros leer tantas tonterías. Todo esto viene al caso de que el otro día que me quedé solo en casa (sí, para los graciosos que pregunten hice lo de Macaulay Culkin frente al espejo con el after shave, es casi una tradición) me topé de bruces con una de esas pequeñas joyas de las que os hablaba, esas que no quiero que dejen de ser el secreto de unos pocos (o muchos, si se tiene en cuenta que en el mundillo cinéfilo de internet la conoce hasta el apuntador). La película en cuestión es sueca y se titula "Let the Right One In" (broma privada a continuación, la mayoría os la podéis saltar: aquí Luis Badolato pensará "este tio es tonto, si esto es más viejo que el pan y la película no es tan buena, si ya te lo dije por teléfono"- fin de la broma privada). No os voy a contar de qué va la película, y sinceramente os recomiendo que no lo busquéis en internet si seguís mi recomendación y tenéis interés en verla. En internet hay una versión en calidad DVD y los subtítulos los tenéis en cualquier página de subtítulos (perogruyo al canto). La película se estrena aquí en España el 17 de Abril (vamos, el viernes que viene) y como siempre llegará capada por el dichoso doblaje. No es que esté recomendando la piratería (válgame dios con la nueva Menestra de Cultura y Cachondeo), digo solamente que podéis estar tranquilos, la película ya ha tenido éxito suficiente para que los USA (y abusa, que subtitulaba Ibáñez) ya estén haciendo un rimeik de esos que tanto les gustan, así que a sus autores no les molestará que su obra, que en principio no debía salir de Suecia, la quieran ver unos cuantos puristas en su idioma original.
Y como esta peli puede que más de uno ya haya oido hablar de ella, y mi efecto descubrimiento haya sido menor del esperado, pues dejo otra recomendación, ésta de cara al futuro (más concretamente a verano en Estados Unidos, lo cual siendo una película pequeña significará año que viene para los españolitos). Se trata de Moon, protagonizada por esa bestia que papel que hace papel que borda llamada Sam Rockwell (¿para cuándo el reconocimiento que se merece?) y dirigida por Duncan Jones. Es una película que aunque no lo parezca es de las pequeñitas que llegan sin hacer ruido, de hecho se ganó la distribución a pulso en el pasado Festival de Sundance. La trama: el bueno de Sam Rockwell interpreta a un astronata (no es un error, es que me gustan los palabros), que se encarga solito del mantenimiento de la única base humana en la Luna. A unas semanas para su partida hacia la Tierra, comienza a perder la chaveta. Atentos al genial trailer y a la música de Clint Mansell. Por cierto, el tal Duncan Jones ese es hijo de David Bowie, algo se le habrá pegado de papá, ¿no?. En fin, aquí tenéis el trailer:




¡Un saludo a todos!

P.D.: Ah, espera, espera, espera, no tan rápido vaquero. ¿Que qué diantes significaba el título de la entrada?. Esa sí que es la metáfora definitiva de mi egoísmo, una de esas pequeñas cosas que no me gusta compartir porque la quiero para mí solo. Además de una preciosa calle de París, es también el título de un corto de Tom Tikwer que... jolín, ya estoy cansado de escribir, venga, haced vosotros algo de investigación, que lo queréis todo hecho, y para algo está el Google. ;-)



"Escucha, hay veces en que la vida te pide un cambio, una transición, como las estaciones. Nuestra primavera fue maravillosa, pero ahora ya ha terminado el verano, hemos dejado pasar nuestro otoño y ahora de repente hace tanto frío, tanto frío que todo se está congelando a nuestro alrededor. Nuestro amor se ha dormido y la nieve lo ha tomado por sorpresa. Pero si te duermes en la nieve, no oirás la llegada de la muerte. Cuídate."

Si después de esto no te enamoras de Natalie Portman, o del Cine, o de París, o de lo que sea, o se te rompe el corazón al recordar que un día estuviste enamorado, es que tienes horchata en las venas. Ése es el pequeño secreto, y por eso es tan valioso.

miércoles, 8 de abril de 2009

Esa pequeña cosquilla

Amén de misántropo (o a causa de serlo), siempre me he considerado bastante negativo sobre el futuro de la Humanidad. Quizá sea que no he aprendido a mirar el lado brillante de la vida que cantaban los Monthy Python, pero es como al que le cuentan un chiste sin gracia e intenta reírse por compromiso forzando las mejillas para levantar una sonrisa que, inevitablemente, se convierte en mueca.
Es una sensación que se acrecienta en las fechas señaladas (señaladas por el calendario gregoriano o por El Corte Inglés, según se vea), como estos días de Semana Santa, en los que uno no puede dejar de maravillarse por los movimientos migratorios y aborregados de los pobres trabajadores, atrapados en la no-vida de la jornada completa. Como salidos de una película de Romero, pálidos debido al encierro en jaulas de neón, los sentidos embotados por ver la vida en 2D a través de monitores de ordenador, el sentido del humor atrofiado por los Power Point y el olfato masacrado por el tóner de la impresora, y sobre todo con esa mirada entre alegre y triste del que se sabe en libertad condicional... allá van los españoles de Playa y Procesión.
Lo de la playa es algo que siempre me ha fascinado. Cada vez que la veo rebosante de seres humanos recuerdo que la costa es el límite natural para los animales terrestres, así que disfruto pensando en que han llegado hasta allí intentando escapar, pero el mar es un obstáculo demasiado grande para ellos. Y allí se quedan, como el preso asomado a las rejas, pero eso sí, cogiendo bronceado. Y recuerdo a Forrest Gump cuando decidió salir a correr un rato, que cuando llegó al mar... pues dio la vuelta y siguió corriendo. Y también como decía Forrest Gump, eso es todo lo que tengo que decir sobre eso.
Las procesiones son otra historia. Es cuando menos paradójico que a uno le llamen inmaduro por leer cómics y al mismo tiempo que un país entero se vuelque ante el paso de maniquíes (ya puestos a ser reduccionistas no son esculturas, así que no sé cómo definirlos) que representan los símbolos de la religión mayoritaria que cuenta la historia de un tio que, entre otras cosas, caminaba sobre las aguas, curaba ciegos, volaba y resucitaba muertos (ríete tú de un kryptoniano). Y que, en el colmo del cinismo, se deja hostiar, torturar y dar muerte sólo para echárnoslo en cara por toda la eternidad. A eso yo lo llamo una persona rencorosa.
Uno de los primeros lamas que visitó Occidente, se quedó horrorizado al ver que se utilizaba como símbolo la imagen de un hombre crucificado y lleno de sangre. Y más se hubiera quedado si le hubiesen hablado de la Culpa, el Pecado, la Penitencia... el pan nuestro de cada día de la liturgia, vamos. El mismo símbolo ante el que han jurado sus cargos nuestros nuevos ministros (¿pero no estábamos en un Estado laico?); si alguna vez fuera ministro (esas risas...) yo pediría jurar el cargo frente a una foto de Stallone al final de Rocky, después de que le reventaran el párpado con una moneda para que pudiera ver, que total está igual de hostiado pero me cae mejor. Por cierto, tomas de posesión a las que han asistido el Rey (que pasaba por allí), la Reina (sin ella no podrían haber procreado herederos, así que la invitan también), el susodicho crucifijo y... Florentino Pérez (sí, sí, el empresario), que ha asistido ni más ni menos que a tres tomas de posesión (cuántos intereses no habrá de por medio), y con el que posaron, sonrientes, todos nuestros políticos de izquierdas.
Ante este panorama patrio no es de extrañar que haya vuelto a mi nuca esa pequeña cosquilla que suele significar o bien que va a cambiar el tiempo, o que las cosas van a ir, como de costumbre, a peor. Yo por si acaso voy sacando la ropa de verano.

P.D.: Sí que hay una solución para pasar la penitencia de estos días de "recogimiento" (cómo odio esa palabra): el humor, el único arma que nos queda a los enemigos de la solemnidad y la gilipollez humana. Así que, para intentar resarcir a los pobres romanos que, maniqueamente, son destrozados por la ignorancia en estas fiestas, les dedico estos videos. Va por vosotros, chicos:



lunes, 6 de abril de 2009

El Efecto Especial

Hay una anécdota que cuenta Richard Donner sobre el rodaje del primer Superman, en 1978, que siempre me emociona. Bueno, en verdad todas las anécdotas de Donner te tienen que emocionar a la fuerza, porque las cuenta con una tremenda voz que te podría convencer de cualquier cosa, pero ésta es especial y me gustaría que fuese ella la que abriese este pequeño rincón donde mitigar mi aburrimiento y ganas de aporrear un rato el teclado.
Realmente la anécdota se sitúa a finales de 1977, cuando comenzaba en los estudios de Pinewood en Londres el rodaje de "Superman: La Película" (algún día contaré cómo estuvo a punto de rodarse en España, revelación que agradezco a Gonzalo y compañía). El credo fundamental que Donner inculcó a todo el equipo se basaba en una palabra: verosimilitud. La campaña promocional de la película había comenzado, y su slogan principal era el ya famoso Creerá que un hombre puede volar. La frase tenía gancho, y más cuando no había llegado ni mucho menos el alba de la era digital: todo debía hacerse sin el molesto ordenador. Muchos de los mejores especialistas (artesanos, realmente) se pusieron al trabajo con resultados realmente frustrantes. Todo, desde lanzar un muñeco con un cañón hasta las rudimentarias animaciones resultaba ridículo y se alejaba de ese concepto de verosimilitud pretendido por Donner. Al final, se optó por una mezcla de retroproyección (los actores colgados y añadir el fondo en movimiento después) y los cables de toda la vida.
Y entonces llegó Christopher Reeve. Aquel actor desconocido de metro noventa y sonrisa tímida encandiló al equipo de casting, pero sorprendió aún más a los responsables de efectos especiales. El primer día de rodaje todo el mundo tenía los nervios a flor de piel. Los productores estaban presionando mucho a Donner y de aquella primera escena dependía el éxito o fracaso de tan colosal empresa. La escena en cuestión no era otra que la de la primera vez que veíamos a Superman en pantalla. El joven Clark había ido a la Antártida llamado por un misterioso impulso, y tras arrojar el cristal verde hacia el hielo la imponente Fortaleza de la Soledad se creaba ante sus ojos. Allí, un Jor-El con la voz y la cara de Marlon Brando le revelaba su origen y le llevaba a un viaje espacio-temporal en una de las secuencias más logradas de la película. Tras esto, veíamos la Fortaleza con Superman al fondo, que se levantaba y volaba hacia la cámara. La primera escena de vuelo.
Y, al grito de acción, se obró el milagro. Christopher voló de verdad, se elevó grácilmente como si llevara haciendo aquello toda su vida y avanzó hacia la cámara. Y en vez de pasar sobre ella como era lo planeado, a mitad de camino arqueó el cuerpo y pasó por un lado. Si viendo la película se quitase la maravillosa banda sonora de John Williams durante esa escena y se escuchara el sonido del rodaje, cuando Christopher pasa ante la cámara se haría un solemne silencio hasta que todo el equipo presente estallaba en un sonoro aplauso, con vítores hacia aquel joven que había dejado a todo el mundo con la boca abierta. Como más tarde afirmaría el jefe de los efectos especiales, con Christopher no hacía falta centrarse en la técnica de fondo. Chris era el mejor efecto especial de todos.

(Recomiendo encarecidamente ver la escena íntegra, aunque esté en inglés y no nos enteremos de la mitad de lo que dice -yo es que me la sé de memoria-, la combinación de la música de John Williams, la voz de Marlon Brando y los fantásticos efectos del espacio -algún día contaré cómo se hicieron- es algo único).

Ahora que estamos en la Semana Santa, en la que se conmemoran los fastos de una religión en la que el Padre envía a su Hijo a la Tierra para llevar un mensaje de paz y esperanza, yo realmente pienso en Jor-El enviando a Kal-El a través del Universo, en los campos de Kansas en lugar de Belén, Martha y Jonathan Kent por José y María, Metropolis por Jerusalén... y qué queréis que os diga, prefiero al hombre que una vez vistió una capa carmesí, que se cayó de un caballo y todo su cuerpo quedó inmovilizado y aún así decidió luchar por una causa justa y noble, y que repartió esperanza y coraje allá a donde iba. El hombre que sabía volar de repente no podía ni andar ni respirar por sí mismo, y precisamente así se reveló como auténtico Superman. Ese precisamente, el factor humano sobre el divino o el superheróico, es el que prefiero adoptar como fe y religión. Como decía Brando, la capacidad de hacer el bien es lo que define, por encima de todas las cosas, al ser humano. Y puede hacerte creer, incluso, que un hombre puede volar...

P.D.: Como veo que para ser la primera entrada me he puesto un pelín trascendental, ciertamente pedantillo y sobre todo aburridamente serio, y como no pretendo que sea este el tono general del blog, pongo unas escenas de Muchachada Nui que vienen al pelo. ¡Hasta pronto!