jueves, 26 de septiembre de 2013

Le Vent Nous Portera


Je n'ai pas peur de la route
Faudrait voir, faut qu'on y goûte
Des méandres au creux des reins
Et tout ira bien la

Le vent l'emportera

Ton message à la grande ourse
Et la trajectoire de la course
A l'instantané de velours
Même s'il ne sert à rien

Le vent l'emportera
Tout disparaîtra
Le vent nous portera

La caresse et la mitraille
Cette plaie qui nous tiraille
Le palais des autres jours
D'hier et demain

Le vent les portera

Génétique en bandoulière
chromosomes dans l'atmosphère
Des taxis pour les galaxies
Et mon tapis volant lui

Le vent l'emportera
Tout disparaîtra
Le vent nous portera

Ce parfum de nos années mortes
Ceux qui peuvent frapper à ta porte
Infinité de destin
On en pose un, qu'est-ce qu'on en retient?

Le vent l'emportera

Pendant que la marée monte
Et que chacun refait ses comptes
J'emmène au creux de mon ombre
Des poussières de toi

Le vent les portera
Tout disparaîtra
Le vent nous portera

***

No le tengo miedo al camino,
Habrá que ver, habrá que probar,
los meandros del hueco de la espalda
y todo estará bien.
El viento nos llevará.

Tu mensaje a la Osa Mayor
Y la trayectoria del viaje
Un instante resplandeciente
Incluso si no sirve para nada
El viento triunfará.
Todo desaparecerá pero
El viento nos llevará.

La caricia y la metralla
Y esta herida que nos lastima
Los palacios de otras épocas,
De ayer y de mañana,
El viento los llevará.

La genética al hombro
Los cromosomas en la atmósfera
Los taxis para las galaxias
¿Y qué de mi alfombra mágica?
El viento triunfará.
Todo desaparecerá, pero
El viento nos llevará.

Este perfume de nuestros años muertos
Aquello que puede tocar a tu puerta
Una infinidad de destinos
Se elige uno ¿y qué es lo que queda?
El viento triunfará.

Mientras que la marea sube
Y cada quien rehace sus cuentas
Llevo al hueco de mi sombra
El polvo de ti
El viento se los llevará
Todo desaparecerá, pero
El viento nos llevará.



*Porque normalmente las cosas que sientes ya han sido escritas, mejor parafrasear.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tú Ficción

Salgo al atardecer y el olor de la última hora del día pululando en el aire me recuerda algo. El azul pálido se convierte en rojo allá en el horizonte y me doy cuenta de que no es un recuerdo concreto eso que flota delante de mí y a mi alrededor, sino más bien siento como si hubiera encontrado un pasadizo en el universo, una puerta secreta que toco por un instante haciéndome parecer que estoy en dos sitios a la vez, aquí atardeciendo y allá entreabriendo la puerta y cruzando el umbral.
Lo que hay del otro lado no es más que un arrastrar del corazón por arenas movedizas, una botella de tu mejor vino que esta misma noche dejará resaca en cada rincón de mis sueños. Aún así la bebo de un largo trago como los poetas que ya son viejos para morir jóvenes pero aún lo intentan, y me hundo sin remedio en el recuerdo imposible.
Porque tu ficción... tu ficción supera a mi realidad.

domingo, 14 de julio de 2013

Juntamos palabras

Pudo haber sido una ráfaga de viento que me hiciera trastabillar y cambiar mi rumbo, aún por unos centímetros, que eventualmente me llevarían a tu destino. Un semáforo en ámbar horas antes de conocerte. Café con leche en vez de solo en el desayuno. Dormir diez, cinco, veinte segundos más aquella mañana. Pero desperté y en algún lugar tú despertabas, y desayuné sin prisa y el semáforo estaba en verde y el día trajo consigo una suave brisa que jugaba con los árboles. Y a ti.
Luego juntamos palabras. Por un tiempo. Creamos hechizos y fórmulas mágicas que sólo nosotros conocíamos. Descubrimos tesoros y una nueva unidad de medida que contaba el tiempo y el espacio que nos separaba. Desaparecíamos del mundo a nuestro antojo. Juntamos palabras, las retorcimos y estiramos y jugamos con ellas y no se rompían ni se gastaban, y todas rimaban las unas con las otras como si hubieran esperado encontrarse al final de nuestras frases para ser dichas. Juntamos palabras y las palabras mismas nos encontraban sin nosotros buscarlas.
Hoy que el eco de las tuyas resuena en la banda sonora que mantiene el ritmo en esta larga película salgo a pasear y aún espero, incluso en las tardes más tranquilas en las que la quieta hojarasca dormita bajo mis pies, que una suave brisa llegue de allí donde nacen los vientos y me empuje, me empuje de nuevo.

miércoles, 19 de junio de 2013

I Spent the Night with Superman

Algo asi como reza el título que la Lois Lane de Superman: The Movie dio a su artículo nos sentimos anoche. Porque anoche estuvimos con Superman, el Hombre de Acero en persona, Henry Cavill... Voy a contarlo en plan telegráfico y sin dar muchos detalles porque escribiendo crónicas me pasa como contando chistes: no se me da nada bien y lo acabo estropeando, así que me dejo los detalles jugosos para cuando me encuentre con vosotros que estéis leyendo esto.
Así que retrocedamos un poco, tres días antes resultamos ganadores de un Meet&Greet (anglosajonada para decir "encuentro privado") con Henry Cavill y Zack Snyder durante la premiere de El Hombre de Acero en Madrid. Nervios, nervios, nervios. Empiezo a preparar cámara de fotos, posters y revistas para que me firmen y de repente me siento mal. Voy a conocer personalmente a gente que tantos buenos momentos me ha regalado haciendo la película que creo más he esperado nunca y ¿qué hago?. ¿Pedirles más cosas?. No. Así que decido que les voy a llevar un regalo a ambos. Dos cómics de mi colección, dos cómics muy especiales para mí por motivos que no vienen al caso. Son cutres. Están viejos. Uno del 86, otro un poco más moderno. Les escribo en la contraportada unas frases esperando que les lleguen si la lengua se me traba, como efectivamente pasará más adelante. Meto los libros en la maleta y muchas más cosas, sueños y esperanzas que diría Jor-El, tantas cosas van en esa maleta que tienen que ver con mi vida que me pongo más nervioso aún.
Así que partimos para Madrid, mi novia María Jesús, nuestro gran amigo Aaron y servidor. A las dos de la tarde ya hay gente sentada en las vallas que rodean el cine Capitol. Camisetas de Superman por doquier, así que no me siento extraño con la mía. Los focos están listos. Yo no. En absoluto. O sí, llevo listo toda mi vida. Quién sabe. Se acerca la hora. Nos cambiamos de ropa en los aseos de un parking que conectan con algún Círculo del Infierno, o al menos huelen a ello. Me enfundo otra camiseta de Superman y agarro los cómics y las entradas. Los tres enfilamos nerviosos Gran Vía arriba.



Son las nueve. Las puertas de los cines se abren y el público comienza a entrar. Conocemos a Sara, una encantadora persona de la Warner que será nuestra guía en el encuentro. Los gritos aumentan. Henry acaba de llegar mientras nosotros entramos a la alfombra roja.



Pasamos a la zona VIP que hay detrás de bambalinas, que para el común de los mortales es como entrar a Dibuliwood, otra dimensión de canapés, gente importante y guardaespaldas que aumenta lo irreal de la situación. Sara nos explica en qué va a consistir el encuentro. Será muy breve y no podremos hacer fotos, sólo nos hará ella una con los dos y nos la enviará después. Russell Crowe no estará en el encuentro y nos especifican que si lo vemos no podemos dirigirnos a él. Le comento a Sara el tema de los cómics, que a estas alturas están a punto de fundirse con mis manos sudorosas. Me dice que imposible. Tienen prohibido entregarles cosas. Como mucho, dice, puedo dárselos a ella y ella intentar hacérselos llegar a sus publicistas.  Tras la decepción inicial decido darles la vuelta y ponérmelos en modo carpeta. Que los vean al menos.
Alex de la Iglesia pasa a nuestro lado. Tenemos a Juan Antonio Bayona a escasos dos metros. La mitomanía me posee. Entra Charles Roven y casi me da un infarto, aunque parece que soy el único que conoce a uno de los responsables de la trilogía de El Caballero Oscuro y uno de los peces gordos de Jolibú. Cuando nos empezamos a relajar entra Russell Crowe. La sola idea de tenerlo a unos metros tomándose algo en la barra hace aflorar la risa nerviosa. Russell Crowe mira hacia nosotros y se ríe. Supongo que vio a gente no acostumbrada a estar en zonas VIP y a un frikazo con camiseta de Superman temblando con unos cómics en la mano. Tras un rato dando vueltas se acerca a nuestra mesa. Russell Crowe está frente a nosotros. Sara le dice que somos los ganadores del concurso y Russell nos da la mano (no, no me la he lavado aún, sé que lo estáis pensando).



Russell (ya no pongo su apellido, que somos conocidos) nos saluda y yo no me resisto a felicitarle por la taquilla de El Hombre de Acero en su primer fin de semana en USA. Dice estar muy contento y con una sonrisa se despide. Encantador. Y con una presencia tremenda. Estamos en shock.
Quedan diez minutos para que empiece la película y sin noticias de Henry o Zack, hasta que el primero hace su aparición. Es grande y alto. Su espalda nublaría un día de sol. Y qué gaitas, guapo a decir basta. Más bueno que el pan. Ya me entendéis. Pide una copa de vino y la cata. Parece que entiende ya que se pasa un rato con la nariz dentro de la copa. Yo, que sólo la meto cuando queda poco vino y hay que apurarla, empiezo a mosquearme pensando que a pesar de todas las entrevistas en las que parece un tipo simpatiquísimo y educado termine siendo un snob relamido. Sí, soy lo peor. Aprieto aún más los cómics.
Llega el momento. Por la hora que es todo indica que será un Meet&Go y deprisita. De hecho nos colocan ya para la foto sin habérnoslo presentado. Alguien le dice que estamos allí y Henry se acerca. Henry se acerca. Lo digo dos veces porque a partir de aquí mis recuerdos son a cámara lenta. Nos saluda con ese tono de voz encantador y nos pregunta el nombre. Cuando llega a mí, mi cerebro se amotina con mis neuronas de rehenes y le digo que me llamo "SssssamuuSsssaaaSsssseimuel" (sic). Henry pone cara de circunstancias y como no ha entendido los sonidos guturales de mi garganta más parecidos al pársel que al castellano dice que hi, yo que nais tu mit yu y pienso que en salir me tiro a la Gran Vía y acabo con mi miserable vida. Pero los cómics siguen ahí y, oh alabados seáis Dioses del Destino y la Providencia, Henry se percata de ellos. "Ah, has traído unos cómics", me dice. "Este es para ti", le respondo. Y me pongo a hablar con él. Le digo que en estas semanas la gente no para de pedirles cosas, autógrafos, entrevistas, fotos. Y que pensé que tendrían que tener algo de vuelta de vez en cuando (además de la fama, los fans y los millones de dólares, claro). Le explico qué cómic es, lo importante que es para mí. Él, que piensa que lo he traído para que me lo firme, me dice que si tengo un bolígrafo... hasta que se da cuenta y me pregunta si se lo he traído para él. "Es un regalo", le digo. Le enseño la contraportada y le digo que le he escrito algo. De ahí, al cielo. Henry me mira, qué coño, me atraviesa con la mirada y no para de repetir gracias y otras cosas que no recuerdo. Se le ve muy emocionado, tanto que se lo enseña a su publicista. Sara intenta explicarle que no es para que se lo quede ahora, que ya se lo entregarán. Henry le dice que no, que se lo queda él, se vuelve hacia mí y me vuelve a mirar y su mirada es increíblemente honesta y agradecida. Yo estoy a punto de olvidar mi heterosexualidad, ponerme de puntillas y abrir los labios cuando aparece Zack Snyder. Nos saluda. Nais tu mit yu tu. Zenkiu. Nos ponemos para la foto, pero no he podido decirle nada a Snyder. Así que cuando terminan las fotos y ya que tengo confianza con Henry le digo si le puede preguntar a Zack (que ya se iba) si me aceptaría el otro cómic. Sí, le hablo a Henry ya en plan colega de toda la vida, qué pasa, cojo confianza muy rápido con la gente. Henry dice que por supuesto y llama a Zack. Zack se da la vuelta y se presenta a Henry haciendo la broma. Henry le explica que le he traído un cómic. Zack no se lo cree. Se lo doy y le hablo de la portada que es muy parecida a un plano de la película, de lo que le he escrito, Zack dice su famoso "Awesome" y de repente ya nos tenemos que ir, la película va a comenzar, nos despedimos... ¿sabéis ese momento cuando estás tan emocionado que no te salen ni las lágrimas?. Así entré yo al cine, sin pensar en todos los focos, la gente que miraba esperando a que entraran las estrellas. Así me senté en la butaca. Sin mis cómics. No sé dónde estarán ahora. Ni si les habrá gustado lo que les he puesto. Sólo sé que han llegado a su destino. Y por Rao que ha sido uno de los días más felices de mi vida.



Ah, sí, luego pusieron la mejor película que se ha rodado sobre Superman. Mucha, mucha, muchísima acción. Más de la que os podáis imaginar. Los mejores efectos especiales que he visto. Pero mucha emoción también. Kevin Costner se lleva la película de calle. Épica. Violenta. Inteligente. No es perfecta (de hecho a mis vecinas de asiento -no fans- no les gustó nada de nada, sin embargo a mi novia le encantó) pero arriesga mucho y muy bien. Para mi gusto (aunque muchos ya conocéis mi tendencia al entusiasmo) es fantástica, todo lo que me esperaba y mucho más. Cuántas veces me agarré al asiento, cuántas me tragué las lágrimas. Al fin el Superman que llevaba tanto tiempo esperando. Joder, cómo te has retrasado. Te veo el viernes de nuevo.

domingo, 2 de junio de 2013

De cilantro y yerbabuena

-¡Ajum!...

La intencionada tos del rey que reflejaba su impaciencia resonó por todo el salón, dejando a su paso un incómodo silencio entre todos los invitados que miraron hacia el trono con temor.

-¡Ajum! –volvió a toser. -¿Dónde se ha metido mi hija? Es la primera vez que llega tarde a su propio cumpleaños. ¿Le habéis dicho que hay tarta de frambuesa con hinojo?. Es su favorita, no lo entiendo….

-¡Una carta! –gritó alguien de repente entrando al salón del trono. -¡Los aposentos de la princesa están vacíos y sobre su cama había una carta para Su Majestad!

-¡Traedla inmediatamente! –rugió el rey levantándose de golpe del trono. Una algarabía rodeó al sirviente que traía la misiva. -¡Puede tratarse de un secuestro y la carta ser una petición de rescate! ¡Malnacidos! ¡Llamad a mi guardia y reunid a todos los caballeros del reino, hay que partir de inmediato en su busca!

El rey arrancó prácticamente la carta de las manos del agotado sirviente que había bajado los doscientos cuatro escalones desde el torreón de la princesa hasta la sala del trono. Comenzó a leerla en voz baja hasta que terminó, levantó la vista y cayó sentado de nuevo en el trono como un fardo pesado, su regia capa rebosando por allí, su brillante corona cayendo por allá. Cuando los asistentes se dieron cuenta de que el monarca se había desmayado uno de ellos cogió la carta del suelo y ante el expectante silencio comenzó a relatar en voz alta lo que en ella había escrito:


Padre, no sé cómo deciros esto. Puede que os resulte difícil de entender, puede que sea doloroso para vos, que me odiéis incluso, pero debéis comprenderme. Me voy padre. Huyo del reino. No quiero ser más princesa, no quiero más caros ropajes ni altas torres ni joyas ni halagos. No os preocupéis, no es culpa vuestra que me vaya, he sido muy feliz aquí pero el tiempo, padre, el tiempo ha pasado y ya no soy la niña que correteaba por palacio a la que le contaban cuentos de hadas, brujas y dragones. Mi risa ya no suena igual que antes, os habréis dado cuenta, y hay mañanas en las que me despierto triste y hay días en los que me cuesta dormir. Me sorprendo a mí misma mirando por la ventana de mi torre el horizonte, ese que tan bien conozco, y me pregunto qué habrá más allá, más allá de vuestro reino, lugares en los que vos no sois rey ni yo soy princesa. Y es ahí donde quiero ir, fuera de este cuento que tan feliz habría de hacerme pero no lo hace. No podía seguir disimulando, ni mentiros a vos, pero sobre todo no podía mentirme más a mí misma.

Es el corazón padre. Siempre lo ha sido. Pero no os engañéis, no me lo han robado, no hay príncipe que me lo haya arrebatado ni me he enamorado de ningún joven de las caballerizas que me haya pedido fugarme con él. No he enloquecido con poemas ni cantares con mi nombre en el título ni he guardado en mi cofre las promesas de un amor eterno. Pero es mi corazón, padre, al que oigo latir cada noche pidiéndome más, pidiéndome ya, pidiéndome todo. Y quiero dárselo padre, quiero entregarle mi vida y que sus latidos sean la montura que me lleve más allá de ese horizonte tras el que ni vos sois rey ni yo princesa.

No necesito el oro de vuestro reino. Yo misma haré fuego en el camino. Coseré mis ropas y curaré mis heridas. Donde repose mi cabeza, allí será mi hogar. Trabajaré. Seré escriba, cocinera, juglar o cantinera. No volveré a no ser yo hasta el día de mi muerte. Buscaré a otro corazón que suene como el mío, porque sé que está allá afuera, pero le buscaré sin buscarle y le necesitaré sin que me haga falta, y sólo a ese otro le entregaré mis días y mis noches. Y haremos fuego juntos en el camino, coseremos nuestras ropas y curaremos nuestras heridas. Donde reposen nuestras cabezas allí será nuestro hogar. Sólo entonces mi corazón estará feliz y rugirá de nuevo y su vacío no me desvelará nunca más. Si hubiera un cuento ése sería el mío. Mi propio cuento, escrito por mí. Será un pequeño cuento, una diminuta historia, un asterisco en un libro mucho más grande, pero será mi asterisco. Quiero que exista. Por pequeño que sea.

Perdona por hacer algo así en el día de mi cumpleaños pero ya conozco vuestros regalos. Me los hacéis todos los años. Son cosas bonitas, pero ahora necesito que otros me hagan regalos. Nuevos sueños y esperanzas esperando ser desenvueltas. Guardaré todos los que me habéis hecho en mi corazón. Ya no seré más princesa pero siempre, siempre seré vuestra hija.


Un profundo silencio se adueñó del salón. Nadie pronunció palabra. Poco a poco, mientras los médicos atendían al desmayado rey, los invitados comenzaron a salir del salón sin pronunciar palabra. Eran ciudadanos de un reino sin princesa. Aun así, no había tristeza en el ambiente. Todos la querían y la habían conocido desde niña, pero aunque no lo dijeran se alegraban de que fuera libre y feliz más allá de las murallas. Algunos antes de salir se arremolinaron en torno a una ventana y señalaron el horizonte preguntándose dónde estaría la princesa, por qué sendero habría empezado su camino, si volvería alguna vez. Sabían que el día se convertiría en noche y la noche en día y mañana la echarían un poco menos en falta y habría más banquetes y fiestas, inviernos, primaveras, otoños y veranos y poco a poco su recuerdo sería menos triste… además, eventualmente, todos los cuentos tienen un final feliz….

Epílogo (o prólogo, según se mire)
El bosque era un laberinto más enmarañado de lo que ella pensaba. Su hatillo pesaba el doble de cuando partió y los pies le dolían desde hacía un rato así que decidió detenerse en un claro a descansar.  Se descalzó y sentada en la hierba comenzó a buscar en el fondo de su hatillo una hogaza de pan cuando una mano apareció frente a su rostro con un ramillete de magnolias, algunas de tallo roto, que se combaban y bailaban frente a ella. Al final del brazo había un joven que resoplaba cansado.
-Llevo siguiéndola un buen rato, no había visto nunca una chica más rápida que vos. No pretendo asustarla, sólo que la vi canturreando sola por el bosque y, he de reconocerlo, me pareció que una chica tan hermosa y divertida como vos no puede pasear en un día como el de hoy sin que le regalen un ramillete de flores, aunque sea tan pobre como este.
Ella sonrió como antes de dejar de sonreír como antes y aceptó el ramillete.
-¿Pues sabe, noble caballero, que casualidad o no hoy es mi cumpleaños y sus magnolias son el primer regalo que me hacen?
-Entonces hay que celebrarlo –respondió él. –Conozco una taberna siguiendo este camino donde podría hacerme el honor de invitarla a comer. Pero primero deberíamos presentarnos.
La que fuera princesa le dijo al chico de las magnolias su nombre y el chico de las magnolias le dijo el suyo a la chica que fuera princesa. Cuando ella se levantó para recoger sus cosas y volver al camino giró la cabeza y su melena se movió con ella, y en aquel momento el chico de las magnolias olió el olor más maravilloso que podía haberse imaginado. Más, mucho más, que cualquiera de las flores que se encontraban en aquel bosque, en cualquier bosque. Era como ver un color que no habías visto en tu vida y al que no podías ponerle nombre. Una mezcla química imposible, una chispa en el Universo que sabía que sólo le estaba pasando a él en ese único instante y que despertó un corazón que ya no podría dormir jamás. Si alguien le hubiera pedido que metiera aquel rayo en una botella hubiera dicho que el amor olía a una mezcla de cilantro y yerbabuena.



viernes, 10 de mayo de 2013

Será principio de verano


Cuando veranos
hayas pasado el doble
del doble de los lunares
que hay en tu brazo izquierdo

cuenta noventa y nueve amaneceres

y en el ocaso del número cien
mírate el ombligo.

Imagina que es la estrella polar
y tu vientre la Osa Menor
y tu cuerpo el lienzo
sobre el que se dibuja el Universo
(siempre lo creí así)

Yo estaré
en la longitud
de esa marca de nacimiento
en tu espalda.
Habré llegado allí
cinco días antes para esperarte.

Cuando llegues
(si quieres venir, claro)
mira al cielo.
La luna será un arco.

Lo sé, a mí también me gustaría
que hubiera más luz en nuestro reencuentro,
pero el destino es caprichoso.

Si me quedara algún poder sobre él...


martes, 2 de abril de 2013

Tú en, yo hacia


Nadaba yo la otra noche entre vasos anchos de ginebra y antibióticos para la amigdalitis que hacía ya varios días venía atormentándome cuando caí en el hueco entre el sofá y la cama, más sedado que inconsciente.  De repente, sin corte aparente entre la insulsa realidad de mi habitación y el torbellino onírico del más feroz de los sueños, me encontré a mi mismo en el borde inferior de tu ojo izquierdo. Para que te hagas una idea del tamaño que tendría era la mitad de la mitad de una de tus pestañas. Miré hacia abajo, más allá de la llanura de tu mejilla, y un vértigo atroz se apoderó de mí, así que para alejar esa sensación de precipitarme por tu rostro me concentré en tu iris, que se movía delante de mí. No parecías percatarte de mi presencia así que comencé a hacerte señas desesperado pero cada vez que pestañeabas una corriente de aire me tiraba al suelo. De repente vi aparecer a la vez de las hendiduras de los lados de tu ojo dos enormes masas de agua que fueron a juntarse violentamente en el centro y formaron una esfera de agua que comenzó a avanzar hacia mí a toda velocidad como en aquella película de Indiana Jones. Corrí en dirección contraria hacia el abismo de tu mejilla con el corazón roto pensando en por qué estarías llorando. Pensaba en esto cuando trastabillé y comencé a rodar mejilla abajo y grité...
...preparado para el golpe pero no aterricé, sino que abrí los ojos y estaba recorriendo la orilla del Sena cerca de Pont Marie, por los puestos de cuadros y libros donde te conocí mientras hojeabas una pedantería de Sartre que me inventé que había leído para intentar ligarte. Llevaba gabardina marrón, zapatos marrones, sombrero marrón, era yo todo un color como esos detectives de los años 40, y llevaba en la mano una hoja de libreta arrancada por la mitad, con una dirección escrita y una frase al margen que rezaba "Ven a verme, pero no traigas tu corazón. Si vienes a verme y lo traes, te mataré. O haremos el amor. Ven a verme.". Estaba escrito en francés, así que hasta una amenaza de muerte parecía excitante. Conocía la calle, no estaba muy lejos, en el Barrio Latino, pero en aquel momento dejé de controlar mi cuerpo, di media vuelta arrugando el papel y lo arrojé al Sena. Me iba pero quería volver y por mucho que arrastraba mi voluntad para volver sobre mis pasos el sueño podía más que yo, y de repente ya no recordaba la dirección que ponía el papel y ya no haríamos el amor ni me matarías y me volví a romper por dentro como atravesado por flechas.
Luego de aquello todo fueron lugares comunes:
Yo en Florida viendo cómo despegaba la primera misión colonizadora de Dione, la luna de Saturno, en un viaje sólo de ida, tú me despedías desde un ventanuco del cohete, agitando la mano como si nos fuéramos a volver a ver.
Yo siendo microfonista en el rodaje de La Dolce Vita y tú saliendo de la Fontana di Trevi para ir a abrazar a Mastroiani, del que te enamorabas una y otra vez y yo tenía que oírlo, oírlo, oírlo aunque cerrara los ojos, tus piernas luchando por salir del agua, tu abrazo, tu beso, tus ojos italianos y sus ojos italianos, y sostenía el micrófono en lo alto y parecía que pesaba toneladas y nadie gritaba corten.
Yo recepcionista y tú dejando el hotel. Tú en... yo hacia. Ya sabes, ese tipo de historias.
Lo más curioso es que lo último que soñé fue que dormía dentro de un girasol, de nuevo reducido al tamaño de un pulgón. Era aún noche porque dormitaba sobre los pétalos cerrados, así que sólo veía el suelo por las rendijas. Conforme fue incrementando la luz el girasol fue subiendo y yo descendiendo por el pétalo que había sido mi cama para no caer de manera brusca, hasta que aterricé en el centro de la flor y tenía el Sol sobre mí, así que me quedé tumbado, vagueando el final del sueño porque no me apetecía correr más, ni despedirte más, ni perderte otra vez. Allí encima seguiría siempre a la estrella así que pensé en instalarme y allí hice mi hogar, mirando a la fresca tierra de noche y al azul del cielo por el día. Y ahí sigo, lo creas o no, tumbado en mi habitación, durmiendo sin soñar dentro de un sueño. Oliendo a galán de noche y jazmín, balanceado por el viento sobre una cama de cosquillas. Con el tiempo me aventuré por una rendija entre dos pétalos y encontré unas escaleras que bajaban por el tallo. Así que a veces hago excursiones al suelo y con los brazos en jarra mirando al horizonte pienso en ti, en mi vida pasada de gigante, en Pont Marie, en Florida, en Roma... en mi agitada vida de aquí para allá. Y una parte de mí echa de menos soñarte. Así que subo las escaleras de nuevo pero recordando siempre el número de pétalo que me lleva al suelo (el segundo a la derecha de la primera sombra que proyecta el alba). Para poder bajar de vez en cuando y recordar que dormir sin sueños no dura para siempre...

martes, 26 de marzo de 2013

Día

Respìra
suena fácil
coge el aire y llena los pulmones
todo el que puedas

Siente
que el corazón se acomoda
baila con él, polvo estelar
por tus venas.

Escucha
los pequeños silencios
que llenan al ruido
de sentido.
(Su silencio y el mío)

Estamos pensando en lo mismo
tú y yo en este preciso momento
de entre todos los momentos
que han ocurrido en el mundo.

***

Vienes del fuego
y del viento,
yo de una nube perdida

tú cabalgabas la lluvia
yo de la hierba bebía

yo dormía
tú soñabas

tú volabas
yo corría

y mirando
cada noche
a la luna
(que tú veías)
imaginaba un rincón
oculto en su otra cara
donde el tiempo no corriera
sin anochece
ni mañana
sin ocaso
o mediodía
sin relojes ni paradas

construído allí por alguien
cuyo corazón rugía
como sólo el tuyo late










lunes, 11 de febrero de 2013

Hacia


Sombras de una batalla perdida
pliegues de costa en tu mirada
eterna se siente esta larga marcha
duele el arma en mi sien hundida.
Creo en cerrar los ojos
y ver la luz del gris muro que cedía
creo en nadar despacio
creo en dormir la vida.
Vi un pantano cenagoso
vi una sombra que me huía
sentí que algo me empujaba
me hundí en arenas movedizas
y sin mano que ayudara
y sin ganas siquiera de asirla
allí acabé yo solo
en el fondo de un reflejo
en el techo de una casa
donde tu olor ya no olía.
Y a la luna le aullaba
y al amanecer le gruñía
como un búho con migraña
loco despierto dormía.
Y loco, loco
de remate
y hasta el diablo se reía
de mi desgracia ambulante.
Dónde vas con tu equipaje
sal de en medio de la vía
con descaro me gritaban.
Voy buscando una mirada
aquella a la que perseguía
por la ciénaga enfangada
la que a veces me esquivaba
la que nunca olvidaría.
Así que así llevo esto
así que así es como vivo
harapos, un hatillo, un tren que pasa
suelas desgastadas, ni un amigo
barba jamás afeitada
ojos de plata, corazón de olvido,
temblor de estómago,
de andar afilado de ese que corta el camino
sin saber por dónde he entrado
sin saber por qué me he ido
con mi vela en otro barco
que me cuenta un marinero
con aliento de borracho
que hace tiempo, mucho tiempo
de otro puerto ya ha partido.
Así que me despido
tú que lees lo que escribo
deseándote buen día
buena noche y buen destino.
Yo me hago a la mar ahora
con mi harapo y con mi hatillo
se ríen de mí en el puerto
me dicen que el mar es muy grande
para encontrar un suspiro.
Lo sé, sé que es eterno
el Océano donde me dirijo
pero quiero encontrar a este verso
otro que rime conmigo.


domingo, 3 de febrero de 2013

El Último Trago

Siempre he vivido cerca del mar. De pequeño me parecía algo enorme y feroz, las olas y las corrientes del norte no tienen nada que ver con las de mi amado Mediterráneo. Allí arriba de pequeño casi siempre lo veía gris, el color del cielo la mayoría de días. Los pescadores se dirigían al arrecife y el aire olía a salitre y marisco. Eran tiempos en los que no te cansaba correr todo el día, de la orilla a la arena y otra vez hacia las olas, y ellas te acogían, te levantaban, te volvían del revés y te empujaban para dejarte de nuevo en la arena. Llorabas lágrimas de felicidad. Pero a veces el día se levantaba de buen humor y el Sol se asomaba entre las nubes y entonces salía el Azul del mar. Ese era mi Azul. Entonces el mar ya no era agresivo ni feroz sino una preciosa aparición y uno no deseaba más que tener un barco, nada de yates, un barco pequeñito con un camarote en el que dormir mecido por la corriente allá a lo lejos donde se caían los barcos.
Cuando vine al sur el mar siempre era Azul y me acabé acostumbrando y eché de menos el gris y el verde antes de las tormentas y la playa lloviendo. Es la gran contradicción de nuestras vidas, que siempre echamos de menos lo que no tenemos.

"Recuerda Red que la esperanza es algo bueno, quizá lo mejor de todo y las cosas buenas no mueren" decía Andy en Rita Hayworth and the Shawshank Redemption. Esperanza. Quizás esté divagando pero hoy le estaba dando vueltas a esto. Este invierno es muy frío, quizás el más frío que recuerdo, y parece que no va a terminar nunca. Pero lo hará, me dice Andy, Hal, Kyle, Clark, todos dentro de mí. Llegará el verano y volverá el Azul del mar que tanto añoro. El planeta seguirá girando perezoso cuando me haya dormido esta noche y mañana el Sol brillará de nuevo y miraré hacia él con los ojos cerrados y me dejaré bañar por su calor y pensaré en el Mar, y pensaré en Azul, y pensaré...

P.D.
"Algunos pájaros no pueden ser enjaulados, sus plumas son demasiado hermosas. Y cuando se van volando se alegra esa parte de ti que siempre supo que era un pecado enjaularlos. Aun así el lugar donde tú sigues viviendo resulta más gris y vacío cuando ya no están". Pensando en esto y en mis pequeños y pobres tesoros, tallos de rosas demasiado marchitas, figuras articuladas, fotos antiguas y garabatos en un papel, hay veces que me encuentro cosas tan únicas y especiales que no puedo ser tan egoísta para mantenerlas sólo entre dos, así que os dejo el video más bonito que he encontrado, y creo encontraré, en youtube. No es el baile de moda, ni la canción de moda, ni siquiera la película de moda. Pero es mi favorito y el que quiero poner esta noche de entre todas las noches que están por llegar. Felices sueños.




jueves, 10 de enero de 2013

Just breathe

Decidió seguir sus pasos y se perdió. Quiso volver sobre ellos pero las olas habían cubierto sus propias huellas y cuando miró atrás sintió la soledad del horizonte subiendo por su espalda para estallar en un molesto cosquilleo en la nuca. Así que comenzó a andar en círculos, se sentó al borde del acantilado y preguntó por ti a voz en grito; al ver que nadie contestaba más que los cormoranes y el viento profirió algún dónde y algún por qué para terminar, ya susurrando, con un tímido hay alguien ahí.
Masculló algo en voz baja que ni siquiera yo pude oír y se preguntó si a ti que habías andado tan deprisa te gustaría que mascullara cuando estuviera nervioso o enfadado o más bien serías de las personas a las que les gusta hablar alto y claro y sin enfadarse y se obsesionó con el pensamiento de que le odiarías, de que odiarías esas pequeñas cosas tan molestas como mascullar y andar en círculos y seguirte todo el rato, y con que quizás habías acelerado el paso para perderle de vista y que dejara de seguirte. Y que quizás, sólo quizás, odiarías todos esos pensamientos de los que no podía librarse.
Así que bajó del acantilado un poco odiándose a sí mismo y un poco queriendo olvidarte y subió una colina y la bajó de nuevo pero por el otro lado y al otro lado había un valle maravilloso como puesto allí a propósito (cómo podría ser de otra manera) y reposado sobre él encendió una hoguera y abrió una botella de vino y bailó a su alrededor, y se quedó dormido mirando las estrellas que no formaban ningún carro ni ningún arpa ni ningún carnero por mucho que se lo imaginara y la idea de estrellas que no forman carneros ni arpas ni carros para señalártelos y hacerte sonreír le resultó tan graciosa que él mismo se quedó dormido sonriendo.
Aproveché su sueño para acercarme un poco, me calenté con las brasas que aún quedaban y aprovechando aquel calor que desaparecía me senté mirando cómo su pecho subía y bajaba y preguntándome qué podía significar todo aquello, dónde estarías tú y por qué te seguía. Sabía y sé muchas cosas pero aquello se alejaba de mi comprensión y eso me molesta más que ninguna otra cosa. Quise despertarle, zarandearle y preguntárselo pero en vez de eso fui al acantilado y le pregunté a la luna y al viento y a los cormoranes por ti, por dónde estabas y por qué te seguía y a quién seguías tú y por qué no andábais en direcciones opuestas para poder encontraros o por qué no andabas más despacio o él más rápido, y por qué las mareas se empeñaban en borrar vuestras huellas como jugando con vosotros. Me sentí idiota allí de pie así que me tumbé y, cosa rara en mí, dormí y soñé que te seguía, que bebía vino y bailaba alrededor de una hoguera, que caía al suelo en un mar de hierba y que las estrellas formaban carros, arpas y carneros. Y hasta me pareció que un cúmulo de estrellas cuya luz quién sabe si se había apagado hace eones formaba un nombre. Quizás el saber que tú también puedes verlas es lo que le hizo dormir sonriendo. Quizás yo también esté sonriendo mientras duermo. Quizás.