sábado, 8 de marzo de 2014

Misopethamenos

Tu corazón late unas cien mil veces cada día. Cien mil veces. ¿Puedes oírlo ahora mismo?. Cierra los ojos y déjate guiar por tu respiración. ¿Lo oyes?... ahí está, como un tambor tribal marcando el ritmo de tu danza. El corazón es el secreto de mi técnica. Es una técnica antigua y prohibida, y muy pocos son los que pueden ponerla en práctica. Muchos en el pasado terminaron locos intentando llevarla a cabo o no tuvieron la paciencia suficiente y se dieron por vencidos.
Verás, todo consiste en hacer latir tu corazón más despacio. Mucho más despacio. Mientras que en un día el tuyo late cien mil veces, el mío tarda un año en llegar a ese número. Ese latir menos de mi corazón hace que mi cuerpo envejezca prematuramente. Soy más lento, más torpe y veo peor que cualquiera a mi edad. Mis arrugas son más pronunciadas y noto el peso de los años, aún sin haberlos cumplido, como una losa sobre mi cuerpo, que se ha convertido en un cascarón rígido en el que estoy refugiado.
Porque ese es el secreto. Yo no soy yo y mis latidos no son mis latidos. Mi verdadero cuerpo y mi verdadero yo están aquí dentro, esperando, junto a los latidos de mi verdadero corazón. Porque la técnica fue creada por los dioses para conservar a sus guerreros de más confianza para servir de centinelas durante los tiempos de paz y hacerlos resurgir cuando más se les necesitase. Yo no soy ningún guerrero y ningún dios ha depositado en mí su confianza, y reconozco que he hecho servir la técnica para mis propios intereses.
Así que aquí estoy, sentado frente a la eterna cascada, viendo llegar el agua que corretea hasta el borde y se precipita hasta romper en el fondo de la catarata. Y la veo seguir su camino hacia el mar. Con todos los años acumulándose a mi espalda, los días y las noches, y mis ojos y pensamientos cada vez más cansados. Pero no te dejes engañar por las apariencias. Tras esos mismos ojos cansados hay otros rebosantes de fuego. Y tras mi perezoso corazón hay otro que ansía latir como un caballo salvaje en campo abierto.
Y es lo único que me impide volverme loco como muchos de mis predecesores. El pensar en todos esos latidos que mi corazón está guardando para ti.