domingo, 14 de julio de 2013

Juntamos palabras

Pudo haber sido una ráfaga de viento que me hiciera trastabillar y cambiar mi rumbo, aún por unos centímetros, que eventualmente me llevarían a tu destino. Un semáforo en ámbar horas antes de conocerte. Café con leche en vez de solo en el desayuno. Dormir diez, cinco, veinte segundos más aquella mañana. Pero desperté y en algún lugar tú despertabas, y desayuné sin prisa y el semáforo estaba en verde y el día trajo consigo una suave brisa que jugaba con los árboles. Y a ti.
Luego juntamos palabras. Por un tiempo. Creamos hechizos y fórmulas mágicas que sólo nosotros conocíamos. Descubrimos tesoros y una nueva unidad de medida que contaba el tiempo y el espacio que nos separaba. Desaparecíamos del mundo a nuestro antojo. Juntamos palabras, las retorcimos y estiramos y jugamos con ellas y no se rompían ni se gastaban, y todas rimaban las unas con las otras como si hubieran esperado encontrarse al final de nuestras frases para ser dichas. Juntamos palabras y las palabras mismas nos encontraban sin nosotros buscarlas.
Hoy que el eco de las tuyas resuena en la banda sonora que mantiene el ritmo en esta larga película salgo a pasear y aún espero, incluso en las tardes más tranquilas en las que la quieta hojarasca dormita bajo mis pies, que una suave brisa llegue de allí donde nacen los vientos y me empuje, me empuje de nuevo.