sábado, 20 de agosto de 2011

Definición de mí

Llevo unos meses padeciendo un extraño fenómeno en Facebook. Me pasa porque soy bastante asocial y los pocos amigos de verdad que tengo no los cuido lo suficiente, pero ellos supongo que me conocen. El resto, conocidos, antiguos conocidos, conocidos de vista y demás, para qué nos vamos a engañar, no tienen ni idea de quién soy. Hasta ahora no me preocupaba en exceso ya que uno no va por ahí con un manual de sí mismo para enseñárselo al primer gaznápiro que pase por su lado, pero mira tu por dónde al ser las redes sociales reflejos de lo que pensamos, resulta que no me basta con poner una opinión, sino que como la dejo abierta a ignorantes de mi persona me toca justificarla, a veces hasta la extenuación. Así que me he dicho: vamos a escribir unas líneas sobre myself que dicen los ingleses y así, aunque no sea una lectura que todos vayan a leer (un rábano les importará, pienso yo) al menos me ahorrará futuras discusiones, dimes y diretes. Sencillamente pondré un link a esta entrada y a otra cosa. Pero que conste que lo hago a desgana, yo preferiría hablar sobre el rodaje de la película de Superman. C`est la vie.
Como buen ser humano mediocre, no soy ni alto ni bajo, ni regordete ni delgado aunque temo que la cebada y el lúpulo hagan estragos en mi antaño apolínea figura (ja). Se me ha ido cayendo el pelo no por accidental exposición a rayos gamma (ya me gustaría) sino porque me hago mayor. Esto también se aprecia en mi humor, cada vez a peor, que a veces me hace parecer un auténtico huraño. Noto que ya no tengo tanto ímpetu juvenil y más miedo a todo cuando lo que tenía entendido de la madurez era otra cosa.
No me gustan los reduccionismos ni las demagogias aunque soy demagogo como el que más, pero creo que siempre inicio una discusión con la mente abierta; me encanta retractarme y dar la razón al otro cuando meto la pata o me convencen de que estoy equivocado, aunque cueste de convencer. Soy de izquierdas y no de derechas más por descarte que por convicción, porque en el momento en que se juntan los términos con la política no quiero ser de ninguno. Tan malditos bastardos me parecen Franco o Videla como Castro o Hitler, literalmente me importa un bledo qué banderas ondeaban u ondeen cada uno de esos cretinos.
De pequeño me educaron para ser católico, rezaba antes de irme a dormir y hasta cantaba en el coro de la iglesia, pero por desgracia lo único que tenían para tentarme era la Navidad. El primer libro que me dejaron sacar de la biblioteca juvenil y que no fuera un Mortadelo o un Super López fue uno sobre hinduismo, aunque la bibliotecaria me miró como si fuera extraterrestre. Cuando lo terminé obviamente no era hindú, pero obviamente tampoco católico. Entiendo que la Fe, esa con mayúsculas, es producto del miedo a la vida y a la muerte. Miedo a la vida por sentirnos tan perdidos y miedo a la muerte porque, qué gaitas, es mejor pensar que cuando mi cerebro se apague Odín me estará esperando para celebrar un gran banquete en el que beberemos de las calaveras de nuestros enemigos. De verdad, me encanta la idea, pero sé que no es verdad. Supongo que a un niño de diez años es fácil hacerle creer que un hombre puede volar o volver de entre los muertos, pero ya no tengo edad para creer en Superman (aunque lo siga leyendo).
Sin embargo, me encanta el Humanismo. Para mí, aceptar a Dios es negar al hombre y mira que hemos hecho malas cosas pero fijaros dónde estamos, lo que hemos conseguido. Todo lo que somos, lo bueno y lo malo, no lo ha hecho ninguna deidad, pero supongo que darnos tanta importancia conlleva darnos muchas responsabilidades, y eso también acojona. Es más fácil pensar que el Destino lo tejen las hilanderas de la tradición nórdica y que nosotros, pobres mortales, no podemos hacer nada contra sus designios. Mentira. Podemos. Somos libres y no veas lo que le jode a Ratzinger.
Hablando del rey de Roma (qué bien traído, ¿eh?), me he centrado en el catolicismo (es lo que toca en España) pero lo amplío a todas las religiones, desde los energúmenos que piensan que a Alá en su omnisciencia le pone ver a sus siervos explotando y a las mujeres tapadas como momias hasta los que piensan que es una buena idea no hacer enfadar a Yahvé, no vaya a enviarnos otra plaga de langostas (eso es tener manga ancha). Todas son una secta, guste o no esa idea. Y si sigo poniendo el árbol es porque me gustan las luces de colores que parpadean,
Después de aclarar los temas candentes de política y religión poco más me queda que añadir. Soy autoconscientemente hipócrita y contradictorio, aborrezco el maltrato animal y soy antitaurino hasta la médula, pero no soy vegetariano. Con un par de gin-limón despotrico contra el sistema pero a la vez me encantan los manjares que me ofrece y como decía el doctor Lecter, ambiciono lo que veo a diario. Soy amable y respetuoso, pero también envidioso y rencoroso. Ángel y Demonio, y todo lo que hay en medio, depende a qué hora del día me pilles. Me gusta ver cine en versión original, pero a veces veo Sálvame. Te digo que no, pero sabes perfectamente que sí. Cada mañana me levanto a sabiendas de que voy a meter la pata tres o cuatro veces y aún así me da rabia cuando me pasa. Utilizo el humor para no dejar ver lo que siento. Soy sincero y falso. Creo que puedo ser mejor pero apenas lo intento. Sé que no debería picar entre horas pero me encantan las patatas a la vinagreta. A menudo digo que he visto una película sólo para hacerme el interesante e indefectiblemente me pregunta sobre mi escena favorita. Me lo merezco. Creo que soy buena persona, pero por si acaso no te fíes mucho de mí ni me confíes un ejército porque quién sabe de lo que soy capaz. Si hubiese nacido en otro lugar ahora quizás sería un mendigo o un accionista. Soy humano. Soy azar, química y mala leche acumulada.
Así que no me jodáis con tonterías.
Con cariño.
Samuel.