lunes, 6 de abril de 2009

El Efecto Especial

Hay una anécdota que cuenta Richard Donner sobre el rodaje del primer Superman, en 1978, que siempre me emociona. Bueno, en verdad todas las anécdotas de Donner te tienen que emocionar a la fuerza, porque las cuenta con una tremenda voz que te podría convencer de cualquier cosa, pero ésta es especial y me gustaría que fuese ella la que abriese este pequeño rincón donde mitigar mi aburrimiento y ganas de aporrear un rato el teclado.
Realmente la anécdota se sitúa a finales de 1977, cuando comenzaba en los estudios de Pinewood en Londres el rodaje de "Superman: La Película" (algún día contaré cómo estuvo a punto de rodarse en España, revelación que agradezco a Gonzalo y compañía). El credo fundamental que Donner inculcó a todo el equipo se basaba en una palabra: verosimilitud. La campaña promocional de la película había comenzado, y su slogan principal era el ya famoso Creerá que un hombre puede volar. La frase tenía gancho, y más cuando no había llegado ni mucho menos el alba de la era digital: todo debía hacerse sin el molesto ordenador. Muchos de los mejores especialistas (artesanos, realmente) se pusieron al trabajo con resultados realmente frustrantes. Todo, desde lanzar un muñeco con un cañón hasta las rudimentarias animaciones resultaba ridículo y se alejaba de ese concepto de verosimilitud pretendido por Donner. Al final, se optó por una mezcla de retroproyección (los actores colgados y añadir el fondo en movimiento después) y los cables de toda la vida.
Y entonces llegó Christopher Reeve. Aquel actor desconocido de metro noventa y sonrisa tímida encandiló al equipo de casting, pero sorprendió aún más a los responsables de efectos especiales. El primer día de rodaje todo el mundo tenía los nervios a flor de piel. Los productores estaban presionando mucho a Donner y de aquella primera escena dependía el éxito o fracaso de tan colosal empresa. La escena en cuestión no era otra que la de la primera vez que veíamos a Superman en pantalla. El joven Clark había ido a la Antártida llamado por un misterioso impulso, y tras arrojar el cristal verde hacia el hielo la imponente Fortaleza de la Soledad se creaba ante sus ojos. Allí, un Jor-El con la voz y la cara de Marlon Brando le revelaba su origen y le llevaba a un viaje espacio-temporal en una de las secuencias más logradas de la película. Tras esto, veíamos la Fortaleza con Superman al fondo, que se levantaba y volaba hacia la cámara. La primera escena de vuelo.
Y, al grito de acción, se obró el milagro. Christopher voló de verdad, se elevó grácilmente como si llevara haciendo aquello toda su vida y avanzó hacia la cámara. Y en vez de pasar sobre ella como era lo planeado, a mitad de camino arqueó el cuerpo y pasó por un lado. Si viendo la película se quitase la maravillosa banda sonora de John Williams durante esa escena y se escuchara el sonido del rodaje, cuando Christopher pasa ante la cámara se haría un solemne silencio hasta que todo el equipo presente estallaba en un sonoro aplauso, con vítores hacia aquel joven que había dejado a todo el mundo con la boca abierta. Como más tarde afirmaría el jefe de los efectos especiales, con Christopher no hacía falta centrarse en la técnica de fondo. Chris era el mejor efecto especial de todos.

(Recomiendo encarecidamente ver la escena íntegra, aunque esté en inglés y no nos enteremos de la mitad de lo que dice -yo es que me la sé de memoria-, la combinación de la música de John Williams, la voz de Marlon Brando y los fantásticos efectos del espacio -algún día contaré cómo se hicieron- es algo único).

Ahora que estamos en la Semana Santa, en la que se conmemoran los fastos de una religión en la que el Padre envía a su Hijo a la Tierra para llevar un mensaje de paz y esperanza, yo realmente pienso en Jor-El enviando a Kal-El a través del Universo, en los campos de Kansas en lugar de Belén, Martha y Jonathan Kent por José y María, Metropolis por Jerusalén... y qué queréis que os diga, prefiero al hombre que una vez vistió una capa carmesí, que se cayó de un caballo y todo su cuerpo quedó inmovilizado y aún así decidió luchar por una causa justa y noble, y que repartió esperanza y coraje allá a donde iba. El hombre que sabía volar de repente no podía ni andar ni respirar por sí mismo, y precisamente así se reveló como auténtico Superman. Ese precisamente, el factor humano sobre el divino o el superheróico, es el que prefiero adoptar como fe y religión. Como decía Brando, la capacidad de hacer el bien es lo que define, por encima de todas las cosas, al ser humano. Y puede hacerte creer, incluso, que un hombre puede volar...

P.D.: Como veo que para ser la primera entrada me he puesto un pelín trascendental, ciertamente pedantillo y sobre todo aburridamente serio, y como no pretendo que sea este el tono general del blog, pongo unas escenas de Muchachada Nui que vienen al pelo. ¡Hasta pronto!


4 comentarios:

  1. No puedo dejar de alzar la voz..... dios mio vendiiito Samuuu mas escueto!!!! La idea lo que es la idea se coje en el primer parrafo muchaaaachooo!!!!

    Cansinooo ^_^

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  2. Pedantillo, pedantillo...
    Yo también me emociono cuando veo la(s) peli(s), o leo un cómic. Supongo que todos soñamos alguna vez con ser Superman.

    Un abrazo de tu ex compi.

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  3. Hola Samuel, nadie mejor que tu para hablar de esto. Yo de ti no me preocuparia por la pedanteria, la seriedad o lo que sea... Este homenaje tuyo a Superman y al hombre que le daba vida, si algo ha sido es emocionante. Nunca olvidare ir de la mano de mi madre (cuando no media ni medio metro) el dia que me llevo a ver esta maravilla de pelicula. En fin, haznos el placer de seguir escribiendo tio, un abrazo.

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  4. Hey samuuuuu lamento no haber entrado antes, yo ya tenia claro que escribias muy bien, pero caballero me quito el sombrero de verdad que tienes que seguir adelante con la escritura un abrazo meu irmao
    onça preta

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