martes, 28 de abril de 2009

This I Love

Sí, Axl Rose suele comportarse como un gilipollas, pero qué buenos gilipollas dieron los 80. Luego vinieron los 90 y, como discutían Mickey Rourke y Marisa Tomei, todo se fue al garete (Yeah, nineties suck!). Y aunque Axl se acabó convirtiendo en una caricatura de sí mismo, aún le salen baladas como este "This I Love" que, seré un hortera, me siguen poniendo los pelos de punta. Y me recuerda los tiempos en los que hacíamos cassetes recopilatorios (que costaban sudor y sangre de hacer) con Bon Jovi, Aerosmith y compañía para esa chica que tanto nos gustaba y no sabíamos cómo decírselo. Así que ale, subid el volumen a los altavoces, sacad los pañuelos, pensad en ese alguien especial que no está y que si tuvieseis una varita mágica lo traeríais a vuestro lado, y encended un mechero.




And now I don't know why
She wouldn't say goodbye
But then it seems that I
Had seen it in her eyes.

And it might not be wise
I'd still have to try
With all the love I have inside
I can't deny

I just can't let it die
Cause her heart's just like mine
And she holds her pain inside

So if you ask me why
She wouldn't say goodbye
I know somewhere inside

There is a special light
Still shining bright
And even on the darkest night
She can't deny

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive
I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

No matter how I try
They say it's all a lie
So what's the use of my
Confessions to a crime
Of passions that won't die
In my heart

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive
I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

So if she's somewhere near me
I hope to God she hears me
There's no one else
Could ever make me feel
I'm so alive

I hoped she'd never leave me
Please God you must believe me
I've searched the universe
And found myself
Within' her eyes

And now I don't know why
She wouldn't say goodbye
It just might be that I
Had seen it in her eyes
And now it seems that I
Gave up my ghost of pride
I'll never say goodbye

sábado, 25 de abril de 2009

Time Is On My Side (Yes It Is)

Hoy, 25 de Abril de 2009, no me sale de los huevos que el tiempo siga pasando, así, descarado, considerándose a sí mismo un gran invento. Y no creáis que me ha dado el típico ataque de pánico habitual con las primeras canas, o al acercarse inexorable el treinta cumpleaños (eso sí, cuando llegue el momento culparé a Dios como Joey... ¡teníamos un trato, ¿recuerdas?!).



No, no es eso. Lo que me fastidia es este continuo ir y venir de nimiedades con las que nos rodeamos, a las que tanto prestamos atención y las que nos acaban jodiendo el día. Es este ciclo absurdo en el que vivimos, de lunes a domingo y otra vez el lunes, que me provoca una claustrofobia casi insoportable. Que si la Semana Santa, que si los Moros y Cristianos, que si el Día de la Madre, la Operación Salida, el Puente de Mayo, la Lotería de Navidad, que si ya llega el Verano y quitan los chiringuitos (qué hecatombe), que si el Día de la Marmota, el Día del Amor (por su culpa Homer se convirtió en Garbage Man), la Feria de Mayo, la puta Vuelta al Cole... y así, otro año más que se pasa y vuelta a empezar con la misma mierda. Con esta vida extraña que nos hemos montado, cada día parece un mal sucedáneo del anterior, cada domingo por la tarde es extrañamente triste y cada miércoles es desoladoramente anodino.
Así que yo, damas y caballeros, me planto. Porque cuando uno se va haciendo mayor se da cuenta de que, aunque se llamen igual, este Sábado 25 de Abril de 2009, o Año del Buey para los chinos, o 1430 para los árabes, o la antesala del Apocalipsis para los mayas, jamás volverá a repetirse, ninguna generación posterior que ni siquiera nos recuerde lo vivirá de nuevo, a pesar de que nuestra civilización mantenga esa soberbia ilusión de inmortalidad. Así, para disfrutar más del día sólo tengo que recordar que tarde o temprano, en el único Fin del Mundo que se sabe a ciencia cierta, el Sol se apagará y destruirá los planetas que tenga alrededor, aunque para entonces seguramente la especie humana sea sólo un vago recuerdo en forma de fósiles enterrados en la tierra. O puede que esa extraña cepa de la gripe porcina que asola México se convierta finalmente en pandemia (qué putada morir por una enfermedad de nombre tan feo, sin el glamour de un ébola o un marbung).
Por eso me planto, para hacer que el tiempo esté de mi parte, que tocaban los Rolling. Para que no se convierta en esa permanente cuenta atrás, a entrar al trabajo, a que llegue el fin de semana, la hora de dormir o la de quedar contigo. Porque como todas las canciones que parece que tratan cosas importantes, la de los Stones es, sencillamente, otra historia más de amor. Porque tú 'll come runing back (said you would baby), You'll come running back (I said so many times before), You'll come running back to me... Go ahead, go ahead and light up the town And baby, do everything your heart desires Remember, I'll always be around And I know, I know Like I told you so many times before You're gonna come back, baby 'Cause I know You're gonna come back knocking Yeah, knocking right on my door Well, time is on my side, yes it is Time is on my side, yes it is 'Cause I got the real love The kind that you need You'll come running back (said you would, baby) You'll come running back (I always said you would) You'll come running back, to me Yes time, time, time is on my side, yes it is Time, time, time is on my side, yes it is Oh, time, time, time is on my side, yes it is I said, time, time, time is on my side, yes it is Oh, time, time, time is on my side Yeah, time, time, time is on my side


martes, 14 de abril de 2009

Faubourg Saint-Denis

Lo confieso, a veces soy una mala persona. Sé que confesarlo no alivia lo negativo del hecho en sí, pero necesito decirlo en alto antes de escribir esta entrada. Los (pocos) que me conocen saben que soy socialmente esquivo hasta el punto de lo huraño, demoledoramente cínico, hipócrita sin remedio y con el ego de un alemán en los años 40. Ah, y autocompasivo hasta la náusea, por si no se había notado.
Pero todos estos maravillosos atributos se ven superados por uno que, sinceramente, es mi perdición: el egoísmo cinematográfico. Como si fuera uno de esos galimatías que House y su equipo diagnostican con atropellado verbo, acabo de inventarme este palabro para definir mi enfermedad y esperando que esta entrada sirva de catarsis para su curación, al compartirlo con vosotros, sufridos lectores.
Los síntomas de mi egoísmo cinematográfico comenzaron en el instituto: en aquellos tiempos sin internet (hay que joderse) las películas no las veíamos en el ordenador (el mayor efecto que podía sacar el mío era cuando se caían las cartas al terminar un Solitario, que había que ver a toda la familia embobada mirándolo y mascullando cosas del estilo "cómo avanza todo" y "qué será lo próximo que inventen"), sino en cintas VHS que pasaban de mano en mano en el patio, y con ellas los rumores de tal o cual película que no podías perderte; pero lo mejor, el auténtico clímax llegaba cuando descubrías una de esas pequeñas joyas por ti mismo. Al día siguiente te convertías en el rey, el puto amo si me permitís la vulgaridad, y acto seguido pasabas a ser una especie de camello del séptimo arte, que suministraba esa dosis secreta de genialidad a los ignorantes que aún no la habían visto. Encontraba películas perdidas en un rincón del videoclub, las grababa (con ayuda de dos vídeos y un aparato para evitar el anticopia llamado "regenerador de sincronismos" -nombre verídico, aún lo conservo por si hay incrédulos-) y luego las exponía como trofeos ante otros cinéfagos.
En cuanto tuve casa propia (es decir, de alquiler), la enfermedad se propagó rápidamente. Prácticamente todas las películas que se veían eran propuestas por mí, e indefectiblemente eran películas que ya había visto. ¿Por qué?. Pues porque, en un retorcido síndrome egoísta, me atribuía el hecho del descubrimiento, casi como si yo hubiese hecho la película y la estuviese mostrando ante el público. Y pardiez que pasaba los mismos nervios, pensando si les estaría gustando o no, temiéndome su reacción. Y se me rompía el corazón si ésta era negativa, como si hubiera puesto mi dinero en ella y ahora fuese a fracasar en taquilla.
Pero lo peor era al día siguiente, cuando ya todos la habían visto, cuando ya no era mi joya secreta, sino que se había extendido y (creía yo, en mi delirio) vulgarizado. Y así comenzaba la búsqueda de ese algo especial que encontrar y que me hiciera sentir como un duende irlandés abrazado a su olla de oro, o si lo preferís como el gollum acariciando su anillo mientras teme que se lo arrebaten.
¿Qué tontería, verdad?. Recuerdo cuando escribía una columna de cine en cierto periódico, que una de las semanas hablé sobre una pequeñísima película de la que casi nadie había oido hablar llamada "Lost in Translation", semanas antes de su estreno. Ya la había visto (se nota que aquí ya había internet, esa especie de arcoiris hacia Asgard para los cinéfagos) y me había quedado prendado de ella. Hablaba de ella y de "Las Vírgenes Suicidas", que me seguía pareciendo fantastillosa, y terminaba el artículo temiendo que poca gente iría a verla y cayera en el olvido. Pero fue un éxito, y luego vinieron los Oscar, y Scarlett Johansson era la Novia de América, y de repente no había conversación chic en la que te metieses en la que no se discutiera qué diantres le susurraba Bob a Charlotte en la última escena o qué cool resultaba haber elegido a The Jesus and Mary Chain para los títulos de crédito finales. Y yo, en lugar de sentirme alegre por aquel éxito, estaba indignado de que todos supieran lo que era mi secreto reservado para algunos, y me veía a mí mismo enseñándoles a todos el artículo del periódico, parando el tráfico como al final de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" y gritando "¡Ya os lo advertí! ¡Yo lo vi primero! ¡Yo lo predije! ¡¿Es que no lo veis?!". En fin, de manicomio.
¿Y a qué venía todo este rollo?. Ah sí, aquí viene cuando os enfadáis conmigo por haceros leer tantas tonterías. Todo esto viene al caso de que el otro día que me quedé solo en casa (sí, para los graciosos que pregunten hice lo de Macaulay Culkin frente al espejo con el after shave, es casi una tradición) me topé de bruces con una de esas pequeñas joyas de las que os hablaba, esas que no quiero que dejen de ser el secreto de unos pocos (o muchos, si se tiene en cuenta que en el mundillo cinéfilo de internet la conoce hasta el apuntador). La película en cuestión es sueca y se titula "Let the Right One In" (broma privada a continuación, la mayoría os la podéis saltar: aquí Luis Badolato pensará "este tio es tonto, si esto es más viejo que el pan y la película no es tan buena, si ya te lo dije por teléfono"- fin de la broma privada). No os voy a contar de qué va la película, y sinceramente os recomiendo que no lo busquéis en internet si seguís mi recomendación y tenéis interés en verla. En internet hay una versión en calidad DVD y los subtítulos los tenéis en cualquier página de subtítulos (perogruyo al canto). La película se estrena aquí en España el 17 de Abril (vamos, el viernes que viene) y como siempre llegará capada por el dichoso doblaje. No es que esté recomendando la piratería (válgame dios con la nueva Menestra de Cultura y Cachondeo), digo solamente que podéis estar tranquilos, la película ya ha tenido éxito suficiente para que los USA (y abusa, que subtitulaba Ibáñez) ya estén haciendo un rimeik de esos que tanto les gustan, así que a sus autores no les molestará que su obra, que en principio no debía salir de Suecia, la quieran ver unos cuantos puristas en su idioma original.
Y como esta peli puede que más de uno ya haya oido hablar de ella, y mi efecto descubrimiento haya sido menor del esperado, pues dejo otra recomendación, ésta de cara al futuro (más concretamente a verano en Estados Unidos, lo cual siendo una película pequeña significará año que viene para los españolitos). Se trata de Moon, protagonizada por esa bestia que papel que hace papel que borda llamada Sam Rockwell (¿para cuándo el reconocimiento que se merece?) y dirigida por Duncan Jones. Es una película que aunque no lo parezca es de las pequeñitas que llegan sin hacer ruido, de hecho se ganó la distribución a pulso en el pasado Festival de Sundance. La trama: el bueno de Sam Rockwell interpreta a un astronata (no es un error, es que me gustan los palabros), que se encarga solito del mantenimiento de la única base humana en la Luna. A unas semanas para su partida hacia la Tierra, comienza a perder la chaveta. Atentos al genial trailer y a la música de Clint Mansell. Por cierto, el tal Duncan Jones ese es hijo de David Bowie, algo se le habrá pegado de papá, ¿no?. En fin, aquí tenéis el trailer:




¡Un saludo a todos!

P.D.: Ah, espera, espera, espera, no tan rápido vaquero. ¿Que qué diantes significaba el título de la entrada?. Esa sí que es la metáfora definitiva de mi egoísmo, una de esas pequeñas cosas que no me gusta compartir porque la quiero para mí solo. Además de una preciosa calle de París, es también el título de un corto de Tom Tikwer que... jolín, ya estoy cansado de escribir, venga, haced vosotros algo de investigación, que lo queréis todo hecho, y para algo está el Google. ;-)



"Escucha, hay veces en que la vida te pide un cambio, una transición, como las estaciones. Nuestra primavera fue maravillosa, pero ahora ya ha terminado el verano, hemos dejado pasar nuestro otoño y ahora de repente hace tanto frío, tanto frío que todo se está congelando a nuestro alrededor. Nuestro amor se ha dormido y la nieve lo ha tomado por sorpresa. Pero si te duermes en la nieve, no oirás la llegada de la muerte. Cuídate."

Si después de esto no te enamoras de Natalie Portman, o del Cine, o de París, o de lo que sea, o se te rompe el corazón al recordar que un día estuviste enamorado, es que tienes horchata en las venas. Ése es el pequeño secreto, y por eso es tan valioso.

miércoles, 8 de abril de 2009

Esa pequeña cosquilla

Amén de misántropo (o a causa de serlo), siempre me he considerado bastante negativo sobre el futuro de la Humanidad. Quizá sea que no he aprendido a mirar el lado brillante de la vida que cantaban los Monthy Python, pero es como al que le cuentan un chiste sin gracia e intenta reírse por compromiso forzando las mejillas para levantar una sonrisa que, inevitablemente, se convierte en mueca.
Es una sensación que se acrecienta en las fechas señaladas (señaladas por el calendario gregoriano o por El Corte Inglés, según se vea), como estos días de Semana Santa, en los que uno no puede dejar de maravillarse por los movimientos migratorios y aborregados de los pobres trabajadores, atrapados en la no-vida de la jornada completa. Como salidos de una película de Romero, pálidos debido al encierro en jaulas de neón, los sentidos embotados por ver la vida en 2D a través de monitores de ordenador, el sentido del humor atrofiado por los Power Point y el olfato masacrado por el tóner de la impresora, y sobre todo con esa mirada entre alegre y triste del que se sabe en libertad condicional... allá van los españoles de Playa y Procesión.
Lo de la playa es algo que siempre me ha fascinado. Cada vez que la veo rebosante de seres humanos recuerdo que la costa es el límite natural para los animales terrestres, así que disfruto pensando en que han llegado hasta allí intentando escapar, pero el mar es un obstáculo demasiado grande para ellos. Y allí se quedan, como el preso asomado a las rejas, pero eso sí, cogiendo bronceado. Y recuerdo a Forrest Gump cuando decidió salir a correr un rato, que cuando llegó al mar... pues dio la vuelta y siguió corriendo. Y también como decía Forrest Gump, eso es todo lo que tengo que decir sobre eso.
Las procesiones son otra historia. Es cuando menos paradójico que a uno le llamen inmaduro por leer cómics y al mismo tiempo que un país entero se vuelque ante el paso de maniquíes (ya puestos a ser reduccionistas no son esculturas, así que no sé cómo definirlos) que representan los símbolos de la religión mayoritaria que cuenta la historia de un tio que, entre otras cosas, caminaba sobre las aguas, curaba ciegos, volaba y resucitaba muertos (ríete tú de un kryptoniano). Y que, en el colmo del cinismo, se deja hostiar, torturar y dar muerte sólo para echárnoslo en cara por toda la eternidad. A eso yo lo llamo una persona rencorosa.
Uno de los primeros lamas que visitó Occidente, se quedó horrorizado al ver que se utilizaba como símbolo la imagen de un hombre crucificado y lleno de sangre. Y más se hubiera quedado si le hubiesen hablado de la Culpa, el Pecado, la Penitencia... el pan nuestro de cada día de la liturgia, vamos. El mismo símbolo ante el que han jurado sus cargos nuestros nuevos ministros (¿pero no estábamos en un Estado laico?); si alguna vez fuera ministro (esas risas...) yo pediría jurar el cargo frente a una foto de Stallone al final de Rocky, después de que le reventaran el párpado con una moneda para que pudiera ver, que total está igual de hostiado pero me cae mejor. Por cierto, tomas de posesión a las que han asistido el Rey (que pasaba por allí), la Reina (sin ella no podrían haber procreado herederos, así que la invitan también), el susodicho crucifijo y... Florentino Pérez (sí, sí, el empresario), que ha asistido ni más ni menos que a tres tomas de posesión (cuántos intereses no habrá de por medio), y con el que posaron, sonrientes, todos nuestros políticos de izquierdas.
Ante este panorama patrio no es de extrañar que haya vuelto a mi nuca esa pequeña cosquilla que suele significar o bien que va a cambiar el tiempo, o que las cosas van a ir, como de costumbre, a peor. Yo por si acaso voy sacando la ropa de verano.

P.D.: Sí que hay una solución para pasar la penitencia de estos días de "recogimiento" (cómo odio esa palabra): el humor, el único arma que nos queda a los enemigos de la solemnidad y la gilipollez humana. Así que, para intentar resarcir a los pobres romanos que, maniqueamente, son destrozados por la ignorancia en estas fiestas, les dedico estos videos. Va por vosotros, chicos:



lunes, 6 de abril de 2009

El Efecto Especial

Hay una anécdota que cuenta Richard Donner sobre el rodaje del primer Superman, en 1978, que siempre me emociona. Bueno, en verdad todas las anécdotas de Donner te tienen que emocionar a la fuerza, porque las cuenta con una tremenda voz que te podría convencer de cualquier cosa, pero ésta es especial y me gustaría que fuese ella la que abriese este pequeño rincón donde mitigar mi aburrimiento y ganas de aporrear un rato el teclado.
Realmente la anécdota se sitúa a finales de 1977, cuando comenzaba en los estudios de Pinewood en Londres el rodaje de "Superman: La Película" (algún día contaré cómo estuvo a punto de rodarse en España, revelación que agradezco a Gonzalo y compañía). El credo fundamental que Donner inculcó a todo el equipo se basaba en una palabra: verosimilitud. La campaña promocional de la película había comenzado, y su slogan principal era el ya famoso Creerá que un hombre puede volar. La frase tenía gancho, y más cuando no había llegado ni mucho menos el alba de la era digital: todo debía hacerse sin el molesto ordenador. Muchos de los mejores especialistas (artesanos, realmente) se pusieron al trabajo con resultados realmente frustrantes. Todo, desde lanzar un muñeco con un cañón hasta las rudimentarias animaciones resultaba ridículo y se alejaba de ese concepto de verosimilitud pretendido por Donner. Al final, se optó por una mezcla de retroproyección (los actores colgados y añadir el fondo en movimiento después) y los cables de toda la vida.
Y entonces llegó Christopher Reeve. Aquel actor desconocido de metro noventa y sonrisa tímida encandiló al equipo de casting, pero sorprendió aún más a los responsables de efectos especiales. El primer día de rodaje todo el mundo tenía los nervios a flor de piel. Los productores estaban presionando mucho a Donner y de aquella primera escena dependía el éxito o fracaso de tan colosal empresa. La escena en cuestión no era otra que la de la primera vez que veíamos a Superman en pantalla. El joven Clark había ido a la Antártida llamado por un misterioso impulso, y tras arrojar el cristal verde hacia el hielo la imponente Fortaleza de la Soledad se creaba ante sus ojos. Allí, un Jor-El con la voz y la cara de Marlon Brando le revelaba su origen y le llevaba a un viaje espacio-temporal en una de las secuencias más logradas de la película. Tras esto, veíamos la Fortaleza con Superman al fondo, que se levantaba y volaba hacia la cámara. La primera escena de vuelo.
Y, al grito de acción, se obró el milagro. Christopher voló de verdad, se elevó grácilmente como si llevara haciendo aquello toda su vida y avanzó hacia la cámara. Y en vez de pasar sobre ella como era lo planeado, a mitad de camino arqueó el cuerpo y pasó por un lado. Si viendo la película se quitase la maravillosa banda sonora de John Williams durante esa escena y se escuchara el sonido del rodaje, cuando Christopher pasa ante la cámara se haría un solemne silencio hasta que todo el equipo presente estallaba en un sonoro aplauso, con vítores hacia aquel joven que había dejado a todo el mundo con la boca abierta. Como más tarde afirmaría el jefe de los efectos especiales, con Christopher no hacía falta centrarse en la técnica de fondo. Chris era el mejor efecto especial de todos.

(Recomiendo encarecidamente ver la escena íntegra, aunque esté en inglés y no nos enteremos de la mitad de lo que dice -yo es que me la sé de memoria-, la combinación de la música de John Williams, la voz de Marlon Brando y los fantásticos efectos del espacio -algún día contaré cómo se hicieron- es algo único).

Ahora que estamos en la Semana Santa, en la que se conmemoran los fastos de una religión en la que el Padre envía a su Hijo a la Tierra para llevar un mensaje de paz y esperanza, yo realmente pienso en Jor-El enviando a Kal-El a través del Universo, en los campos de Kansas en lugar de Belén, Martha y Jonathan Kent por José y María, Metropolis por Jerusalén... y qué queréis que os diga, prefiero al hombre que una vez vistió una capa carmesí, que se cayó de un caballo y todo su cuerpo quedó inmovilizado y aún así decidió luchar por una causa justa y noble, y que repartió esperanza y coraje allá a donde iba. El hombre que sabía volar de repente no podía ni andar ni respirar por sí mismo, y precisamente así se reveló como auténtico Superman. Ese precisamente, el factor humano sobre el divino o el superheróico, es el que prefiero adoptar como fe y religión. Como decía Brando, la capacidad de hacer el bien es lo que define, por encima de todas las cosas, al ser humano. Y puede hacerte creer, incluso, que un hombre puede volar...

P.D.: Como veo que para ser la primera entrada me he puesto un pelín trascendental, ciertamente pedantillo y sobre todo aburridamente serio, y como no pretendo que sea este el tono general del blog, pongo unas escenas de Muchachada Nui que vienen al pelo. ¡Hasta pronto!