lunes, 11 de febrero de 2013

Hacia


Sombras de una batalla perdida
pliegues de costa en tu mirada
eterna se siente esta larga marcha
duele el arma en mi sien hundida.
Creo en cerrar los ojos
y ver la luz del gris muro que cedía
creo en nadar despacio
creo en dormir la vida.
Vi un pantano cenagoso
vi una sombra que me huía
sentí que algo me empujaba
me hundí en arenas movedizas
y sin mano que ayudara
y sin ganas siquiera de asirla
allí acabé yo solo
en el fondo de un reflejo
en el techo de una casa
donde tu olor ya no olía.
Y a la luna le aullaba
y al amanecer le gruñía
como un búho con migraña
loco despierto dormía.
Y loco, loco
de remate
y hasta el diablo se reía
de mi desgracia ambulante.
Dónde vas con tu equipaje
sal de en medio de la vía
con descaro me gritaban.
Voy buscando una mirada
aquella a la que perseguía
por la ciénaga enfangada
la que a veces me esquivaba
la que nunca olvidaría.
Así que así llevo esto
así que así es como vivo
harapos, un hatillo, un tren que pasa
suelas desgastadas, ni un amigo
barba jamás afeitada
ojos de plata, corazón de olvido,
temblor de estómago,
de andar afilado de ese que corta el camino
sin saber por dónde he entrado
sin saber por qué me he ido
con mi vela en otro barco
que me cuenta un marinero
con aliento de borracho
que hace tiempo, mucho tiempo
de otro puerto ya ha partido.
Así que me despido
tú que lees lo que escribo
deseándote buen día
buena noche y buen destino.
Yo me hago a la mar ahora
con mi harapo y con mi hatillo
se ríen de mí en el puerto
me dicen que el mar es muy grande
para encontrar un suspiro.
Lo sé, sé que es eterno
el Océano donde me dirijo
pero quiero encontrar a este verso
otro que rime conmigo.


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